Ilustración 34
Durante la estación lluviosa se acumulan pequeños estanques de agua que en el otoño se secan gradualmente. Las pequeñas criaturas que juegan en éstos pequeños estanques no entienden que sus días ahora están contados y que muy pronto terminarán. Así, ellos son como hombres tontos que sin preocuparse por el cercano día de su muerte, están absortos en el así llamado disfrute de la vida familiar.
Los políticos tontos están demasiado apegados a la vida familiar. Un gran político significa un gran hombre de familia. Un hombre de familia ordinario está apegado a su limitada familia de esposa e hijos pero los grandes políticos extienden el mismo sentimiento familiar a un círculo más amplio y así quedan encumbrados por el falso prestigio, el honor y el interés propio. El político nunca se retira de la política aunque haya disfrutado ya de muchos puestos codiciables, como los de ministro o presidente. Cuánto más viejo es, más apegado está a su falso prestigio. E incluso, al cabo de su vida, piensa que todo se arruinará sin él. Él es tan tonto que no ve que muchos otros políticos que pensaban como él han venido y se han ido sin que hubiera ganancia o pérdida por su ausencia. Estos hombres de familia, grandes y pequeños, son como el pequeño pez en los estanques de agua, que se secan gradualmente durante el otoño. Son tontos porque piensan que el apego a su familia, aun al final de su vida, será capaz de protegerlo de las crueles garras de la muerte.
Como ya se mencionó, la vida humana debe dividirse en cuatro secciones: la vida de estudiante, la de jefe de familia, la vida preparatoria y la vida de dedicación al servicio del Señor. Uno debe retirarse de cualquier tipo de vida familiar, grande o pequeña a la edad de cincuenta años y así prepararse para la próxima vida. Este es el proceso de civilización humana. A los jefes de familia se les da una pensión por su servicio de tal manera que puedan vivir una vida de cultivo más elevado. Pero los hombres tontos, incluso reacios a aceptar esta pensión, tratan de incrementar artificialmente la duración de su vida. Tales hombres tontos deberían aprender la lección de los estanques de agua que se secan y deben saber, por su propio interés, que la vida es eterna y que continúa aun después de la muerte. Únicamente el cuerpo cambia, ya sea espiritual o materialmente. Un hombre inteligente debe ser cauteloso para saber que clase de cuerpo le va a ser otorgado y debe prepararse para una vida mejor en otros planetas aun si se niega a regresar al Supremo.