Text 36
tatra tatra ha tatratyair
hariḥ pratyudyatārhaṇaḥ
sāyaṁ bheje diśaṁ paścād
gaviṣṭho gāṁ gatas tadā
tatra tatra—en diferentes lugares; ha—así ocurrió; tatratyaiḥ—los habitantes locales; hariḥ—la Personalidad de Dios; pratyudyata-arhaṇaḥ—ofreciéndosele obsequios y adoración; sāyam—la tarde; bheje—habiendo llegado; diśam—dirección; paścāt—oriental; gaviṣṭhaḥ—el sol en el cielo; gām—al océano; gataḥ—habiéndose ido; tadā—en ese entonces.
En Su viaje a través de esas provincias, se Le daba la bienvenida, se Lo adoraba y se Le hacían diversos obsequios. Al atardecer, en todos los lugares, el Señor suspendía Su viaje, para realizar ritos vespertinos. Esto lo observaba regularmente después de la puesta del sol.
SIGNIFICADO: Aquí se dice que el Señor observaba regularmente los principios religiosos mientras se hallaba de viaje. Hay ciertas especulaciones filosóficas que dicen que incluso el Señor está sometido a las obligaciones de la acción fruitiva. Pero en realidad no es así. Él no depende de la acción de ningún trabajo bueno o malo. Como el Señor es absoluto, todo lo que hace es bueno para todos. Pero cuando Él desciende a la Tierra, actúa para proteger a los devotos y aniquilar a los impíos no devotos. Aunque Él no tiene ningún deber obligatorio, no obstante hace todo de modo que los demás lo sigan. Así es la verdadera enseñanza; uno debe actuar correctamente y enseñarles lo mismo a los demás, pues, de lo contrario, nadie aceptará las huecas enseñanzas de uno. Él Mismo es quien otorga los resultados fruitivos. Él es autosuficiente, y aun así actúa conforme a las reglas de las Escrituras reveladas, con el fin de enseñarnos a nosotros el proceso. Si Él no hiciera eso, el hombre común se extraviaría. Pero en la etapa adelantada, cuando se puede entender la naturaleza trascendental del Señor, uno no trata de imitarlo. Eso no es posible.
El Señor hace en la sociedad humana lo que constituye el deber de todos, pero a veces hace algo extraordinario y que no debe ser imitado por el ser viviente. El ser viviente debe seguir Sus actos de oración vespertina tal como se indica aquí, pero no es posible seguir Su acto de levantar una montaña o de bailar con las gopīs. Uno no puede imitar al sol, el cual puede extraer agua incluso de un lugar sucio; el muy poderoso puede hacer algo que es absolutamente bueno, pero tratar de imitar tales actos nos pondrá en interminables dificultades. Por lo tanto, en todas las acciones debe consultarse siempre a la guía experta, el maestro espiritual, quien es la misericordia manifestada del Señor, y la senda del progreso estará garantizada.
Así terminan los significados de Bhaktivedanta correspondientes al capítulo décimo del Canto Primero del Śrīmad-Bhāgavatam, titulado: «La partida del Señor Kṛṣṇa para Dvārakā».