Text 34
evaṁ nṛpāṇāṁ kṣiti-bhāra-janmanām
akṣauhiṇībhiḥ parivṛtta-tejasām
vidhāya vairaṁ śvasano yathānalaṁ
mitho vadhenoparato nirāyudhaḥ
evam—así pues; nṛpāṇām—de los reyes o administradores; kṣiti-bhāra—la carga de la Tierra; janmanām—nacidos de ese modo; akṣauhiṇībhiḥ—apoderados por una fuerza militar constituida por caballos, elefantes, cuadrigas e infantería; parivṛtta—engreídos por ese ambiente; tejasām—valentía; vidhāya—habiendo creado; vairam—hostilidad; śvasanaḥ—interacción del viento y las plantas tubulares; yathā—tal como es; analam—fuego; mithaḥ—entre sí; vadhena—matándolos; uparataḥ—alivió; nirāyudhaḥ—Él mismo, sin ser uno de los participantes de esa lucha.
El Señor se tranquilizó después de matar a esos reyes que eran una carga para la Tierra. Ellos estaban engreídos de su fuerza militar, sus caballos, elefantes, cuadrigas, infantería, etc. Él Mismo no participó en la lucha, sino que simplemente creó la hostilidad entre los poderosos administradores, y estos lucharon entre sí. Él fue como el viento, el cual causa la fricción entre los bambúes, y origina así un incendio.
SIGNIFICADO: Tal como se afirmó con anterioridad, los seres vivientes no son verdaderos disfrutadores de las cosas, las cuales se manifiestan como creación de Dios. El Señor es el propietario y disfrutador genuino de todo lo que se ha manifestado en Su creación. Por desgracia, el ser viviente, influido por la energía ilusoria, se convierte en un falso disfrutador, bajo las órdenes de las modalidades de la naturaleza. Engreído por ese falso sentido de volverse Dios, el engañado ser viviente aumenta su fuerza material mediante muchísimas actividades, y se vuelve así una carga para la Tierra; tanto, que para los sensatos la Tierra se convierte en un lugar completamente inhabitable. Este estado de cosas se denomina dharmasya glãniḥ, o el mal uso de la energía del ser humano. Cuando ese mal uso de la energía humana es lo preponderante, los seres vivientes más sensatos se perturban con la difícil situación creada por los administradores viciosos, los cuales simplemente son unas cargas para la Tierra, y el Señor aparece por medio de Su potencia interna, tan solo para salvar al sector más sensato de la humanidad y aliviar la carga que crean los administradores terrenales de diferentes partes del mundo. Él no favorece a ninguno de los administradores no deseados, sino que, mediante Su poder potencial, crea hostilidad entre dichos administradores no queridos, tal como el aire ocasiona un incendio en el bosque mediante la fricción de los bambúes. El incendio del bosque ocurre automáticamente por la fuerza del aire, y de la misma manera aparece la hostilidad entre diferentes grupos de políticos, por el invisible designio del Señor. Los administradores no deseados, engreídos por el falso poder y la fuerza militar, se dedican de ese modo a pelear entre ellos por conflictos ideológicos, y así agotan todos sus poderes. Esa es la verdadera voluntad del Señor, que se refleja en la historia del mundo, y continuará ocurriendo así hasta que los seres vivientes se apeguen al servicio del Señor. En el Bhagavad-gītā, este hecho se describe muy vívidamente (Bg. 7.14). Allí se dice: «La energía ilusoria es Mi potencia, y por ello no es posible que los subordinados seres vivientes superen la fuerza de las modalidades materiales. Pero aquellos que se refugian en Mí [la Personalidad de Dios Śrī Kṛṣṇa], pueden atravesar el gigantesco océano de la energía material». Esto significa que nadie puede establecer paz y prosperidad en el mundo mediante actividades fruitivas, ni mediante una ideología o filosofía especulativa. La única manera es la de entregarse al Señor Supremo, y quedar así libre del engaño de la energía ilusoria.
Desgraciadamente, las personas que están dedicadas a un trabajo destructivo son incapaces de entregarse a la Personalidad de Dios. Todos ellos son necios de lo peor; son lo más bajo de las especies humanas de vida; han sido despojados de su conocimiento, aunque aparentemente parezcan ser educados desde el punto de vista académico. Todos son de una mentalidad demoníaca: siempre desafían el supremo poder del Señor. Aquellos que son muy materialistas, que están anhelando siempre la fuerza y el poder material, son indudablemente tontos de lo peor, porque no tienen información alguna acerca de la energía viviente; y como ignoran esa suprema ciencia espiritual, están absortos en la ciencia material, que se termina al acabarse el cuerpo material. Ellos son los más bajos de los seres humanos, porque la vida humana tiene especialmente por objeto restablecer la perdida relación que se tiene con el Señor, y ellos desperdician esa oportunidad por estar dedicados a actividades materiales. Ellos están despojados de su conocimiento, porque incluso después de una prolongada especulación, no pueden alcanzar la etapa de conocer a la Personalidad de Dios, el summum bonum de todo. Todos ellos son hombres de principios demoníacos, y sufren las consecuencias, como ocurrió con materialistas tales como Rāvaṇa, Hiraṇyakaśipu, Kaṁsa y otros.