Text 34
tena sambhṛta-sambhāro
dharma-putro yudhiṣṭhiraḥ
vājimedhais tribhir bhīto
yajñaiḥ samayajad dharim
tena—con esa riqueza; sambhṛta—reunida; sambhāraḥ—ingredientes; dharma-putraḥ—el piadoso rey; yudhiṣṭhiraḥ—Yudhiṣṭhira; vājimedhaiḥ—mediante sacrificios de caballo; tribhiḥ—tres veces; bhītaḥ—estando muy asustado después de la batalla de Kurukṣetra; yajñaiḥ—sacrificios; samayajat—adorado perfectamente; harim—la Personalidad de Dios.
Mediante esas riquezas, el rey pudo procurar los ingredientes para tres sacrificios de caballo. De esa manera, el piadoso rey Yudhiṣṭhira, que se hallaba muy temeroso después de la batalla de Kurukṣetra, complació al Señor Hari, la Personalidad de Dios.
SIGNIFICADO: Mahārāja Yudhiṣṭhira era el ideal y célebre rey piadoso del mundo, y aun así se encontraba muy temeroso después de la consumación de la batalla de Kurukṣetra, debido a la matanza en masa que hubo en la contienda. Toda esa matanza se había llevado a cabo únicamente para ponerlo a él en el trono. Así pues, él se responsabilizó por completo de los pecados que se cometieron en la guerra y, para librarse de todos esos pecados, quiso ejecutar tres sacrificios en los que se ofrecen caballos en el altar. Un sacrificio de esa índole es muy costoso. Incluso Mahārāja Yudhiṣṭhira tuvo que reunir la cantidad de oro necesaria, tomándola del que habían dejado Mahārāja Marutta y los brāhmaṇas a quienes el rey Marutta les había dado oro como caridad. Los eruditos brāhmaṇas no podían llevar consigo todos los cargamentos de oro que Mahārāja Marutta les daba y, por consiguiente, dejaban tras de sí la mayor porción del regalo. Y a su vez, Mahārāja Marutta no recogía de nuevo esos montones de oro que daba como caridad. Además de eso, todos los platos y utensilios de oro que se usaban en el sacrificio también se arrojaban a los basureros, y todos esos montones de oro permanecieron por mucho tiempo como propiedad sin dueño, hasta que Mahārāja Yudhiṣṭhira los reunió para sus propios fines. El Señor Śrī Kṛṣṇa les aconsejó a los hermanos de Mahārāja Yudhiṣṭhira que recogieran la propiedad sin dueño, porque le pertenecía al rey. Lo más asombroso del caso es que ningún súbdito del Estado cogió ese oro sin dueño para una empresa industrial o algo por el estilo. Esto significa que los ciudadanos del Estado estaban completamente satisfechos y tenían todo lo que necesitaban en la vida, y, por ende, no estaban inclinados a aceptar innecesarias empresas productivas, en aras de la complacencia de los sentidos. Mahārāja Yudhiṣṭhira pidió además los montones de oro para ejecutar sacrificios y para complacer a la Suprema Personalidad de Dios, Hari. De no ser por ello, no tenía ningún deseo de reunirlos para la tesorería del Estado.
Uno debe aprender de los actos de Mahārāja Yudhiṣṭhira. Él estaba temeroso de los pecados que se cometieron en el campo de batalla y, por consiguiente, quería satisfacer a la autoridad suprema. Esto indica que en el desempeño diario de los deberes de nuestras ocupaciones también se cometen pecados involuntariamente, y para contrarrestar incluso esos crímenes involuntarios, uno debe ejecutar sacrificios tal como se recomienda en las Escrituras reveladas. El Señor dice en el Bhagavad-gītā (yajñārthāt karmaṇo ’nyatra loko ’yaṁ karma-bandhanaḥ) que uno debe ejecutar los sacrificios que se recomiendan en las Escrituras, a fin de librarse de los compromisos de todos los trabajos desautorizados, o incluso de los crímenes involuntarios que estamos sujetos a cometer. Por hacer eso, uno se liberará de todas las clases de pecados. Y aquellos que no lo hacen sino que trabajan por su propio interés o por la complacencia sensual, tienen que someterse a todas las tribulaciones que proceden de los pecados cometidos. Por consiguiente, el principal propósito de la ejecución de sacrificios es el de satisfacer a la Suprema Personalidad Hari. El proceso de hacer sacrificios puede que difiera en términos de los diferentes tiempos, lugares y personas, pero el objetivo de dichos sacrificios es exactamente el mismo en todos los tiempos y en todas las circunstancias, es decir, la satisfacción del Supremo Señor Hari. Esa es la senda de la vida piadosa, y esa es la senda de la paz y la prosperidad para el mundo entero. Mahārāja Yudhiṣṭhira hizo todo eso a la altura de lo que era: el piadoso rey ideal del mundo.
Si Mahārāja Yudhiṣṭhira es un pecador en el desempeño diario de sus deberes —en la administración real de los asuntos estatales, en donde la matanza del hombre y de los animales es un arte reconocido— podemos entonces tan solo imaginarnos la cantidad de pecados que consciente o inconscientemente comete la mal formada población de Kali-yuga, que no tiene ninguna manera de hacer sacrifico para complacer al Señor Supremo. El Bhāgavatam dice, por lo tanto, que el deber primordial del ser humano es satisfacer al Señor Supremo mediante la ejecución del deber propio de su ocupación (Bhāg. 1.2.13).
Que cualquier hombre de cualquier lugar o comunidad, casta o credo, se dedique a cualquier clase de tarea u ocupación, pero que acceda a ejecutar sacrificios tal como se recomienda en las Escrituras para el lugar, tiempo y persona específicos. En las Escrituras védicas se recomienda que en Kali-yuga la gente se dedique a glorificar al Señor mediante el canto del santo nombre de Kṛṣṇa sin ofensa (kīrtanād eva kṛṣṇasya mukta-saṅgaḥ paraṁ vrajet). Por el hecho de hacer eso uno puede liberarse de todos los pecados y, en consecuencia, puede lograr la máxima perfección de la vida y regresar al hogar, de vuelta a Dios. Ya hemos discutido esto más de una vez en diferentes lugares de esta gran obra literaria, especialmente en la porción introductoria, al reseñar la vida del Señor Śrī Caitanya Mahāprabhu, y aun así estamos repitiendo lo mismo con miras a hacer que haya paz y prosperidad en la sociedad.
El Señor ha declarado abiertamente en el Bhagavad-gītā la manera en que Él se complace con nosotros, y el mismo proceso se demuestra de un modo práctico en la vida y labor de prédica del Señor Śrī Caitanya Mahāprabhu. El proceso perfecto para ejecutar yajñas, o sacrificios, y complacer al Supremo Señor Hari (la Personalidad de Dios que nos libera de los sufrimientos de la existencia), consiste en seguir la senda del Señor Śrī Caitanya Mahāprabhu en esta oscura era de riña y disensión.
Los días en los que Mahārāja Yudhiṣṭhira tuvo que reunir grandes cantidades de oro para procurar los enseres a usar en los yajñas de sacrificio de caballo, eran días de abundancia, así que difícilmente podemos pensar en semejante ejecución de yajñas en estos días de insuficiencia y completa escasez de oro. En los actuales momentos tenemos montones de papeles, y promesas de que se convertirán en oro mediante el desarrollo económico de la civilización moderna, y, aun así, no existe la posibilidad de hacer uso de riquezas tal como lo hizo Mahārāja Yudhiṣṭhira, ni individual ni colectivamente, ni con el patrocinio del Estado. Muy adecuado para la época es, entonces, el método recomendado por el Señor Śrī Caitanya Mahāprabhu en términos del śāstra. Dicho método no requiere de ningún gasto en absoluto y, sin embargo, puede proporcionar más beneficio que cualesquiera otros costosos métodos de ejecuciones de yajña.
El yajña de sacrificio de caballo o el yajña de sacrificio de vaca que se ejecutaba sobre la base de las regulaciones védicas, no debe tomarse equivocadamente por un proceso de matanza de animales. Por el contrario, a los animales que se ofrecían para el yajña se les rejuvenecía y se les daba un nuevo período de vida, mediante el poder trascendental del canto de himnos védicos, que, si se cantan como es debido, son diferentes de lo que conoce el profano común. Todos los veda-mantras son prácticos, y la prueba de ello es el rejuvenecimiento del animal sacrificado.
No hay ninguna posibilidad de que los supuestos brāhmaṇas o sacerdotes de la era actual realicen semejante canto metódico de los himnos védicos. Los mal preparados descendientes de las familias de doble nacimiento han dejado de ser como sus antepasados, y por ello se les cuenta entre los śūdras, o los hombres de un solo nacimiento. El hombre de un solo nacimiento no está capacitado para cantar los himnos védicos, y, en consecuencia, el canto de los himnos originales no tiene ninguna utilidad práctica.
Y con el propósito de salvarlos a todos ellos, el Señor Śrī Caitanya Mahāprabhu presentó el yajña o movimiento de saṅkīrtana, para todos los fines prácticos. A la gente de la era actual se le recomienda muy vehementemente seguir este sendero seguro y reconocido.