Text 42
yathā gāvo nasi protās
tantyāṁ baddhāś ca dāmabhiḥ
vāk-tantyāṁ nāmabhir baddhā
vahanti balim īśituḥ
yathā—tanto como; gāvaḥ—vaca; nasi—por la nariz; protāḥ—atada; tantyām—por la soga; baddhāḥ—sujeto; ca—también; dāmabhiḥ—mediante sogas; vāk-tantyām—en la red de los himnos védicos; nāmabhiḥ—mediante nomenclaturas; baddhāḥ—condicionados; vahanti—llevan a cabo; balim—órdenes; īśituḥ—para ser controlados por el Señor Supremo.
Así como una vaca está condicionada cuando la ata por la nariz una soga larga, así mismo los seres humanos están atados por diferentes mandamientos védicos y están condicionados a obedecer las órdenes del Señor Supremo.
SIGNIFICADO: Todo ser viviente, ya sea un hombre, un animal o un ave, cree que es libre de por sí, pero de hecho nadie es libre de las severas leyes del Señor. Las leyes del Señor son severas, porque no se las puede desobedecer bajo ninguna circunstancia. Astutos forajidos pueden evadir las leyes hechas por el hombre, pero en los códigos del legislador supremo no hay ni la más remota posibilidad de desdeñar las leyes. Un pequeño cambio que se trate de introducir en la ley hecha por Dios, puede ocasionar un peligro mayúsculo que debe afrontar el infractor. Esas leyes del Supremo se conocen por lo general como los códigos de la religión, bajo diferentes condiciones, pero el principio de la religión es el mismo en todas partes, es decir, obedecer las órdenes del Dios Supremo, los códigos de la religión. Esa es la condición de la existencia material. Todos los seres vivientes del mundo material han aceptado por su propio gusto el riesgo de la vida condicionada, a raíz de lo cual están atrapados por las leyes de la naturaleza material. La única manera de salirse del enredo consiste en acceder a obedecer al Supremo. Pero en vez de zafarse de las garras de māyā, o la ilusión, los necios seres humanos quedan atados por diferentes nomenclaturas, con las designaciones de brāhmaṇas, kṣatriyas, vaiśyas, śūdras, hindúes, musulmanes, indios, europeos, americanos, chinos y muchas otras, y de ese modo ejecutan las órdenes del Señor Supremo bajo la influencia de los respectivos mandamientos legislativos o de las Escrituras. Las leyes reglamentarias del Estado son réplicas o imitaciones imperfectas de los códigos religiosos. El Estado seglar, o el Estado sin Dios, les permite a los ciudadanos infringir las leyes de Dios, pero les prohíbe desobedecer las leyes del Estado; el resultado de ello es que la generalidad de la gente sufre más por quebrantar las leyes de Dios, que por desobedecer las imperfectas leyes hechas por el hombre. Todo hombre es imperfecto por constitución bajo las condiciones de la existencia material, y no existe la menor posibilidad de que ni siquiera el hombre más adelantado de todos desde el punto de vista material, pueda promulgar una legislación perfecta. En cambio, en las leyes de Dios no hay semejante imperfección. Si a los líderes se les educara en lo referente a las leyes de Dios, no habría necesidad de un consejo legislativo provisional integrado por hombres que no tienen un propósito fijo. En las improvisadas leyes del hombre hay la necesidad de introducir cambios, mas no ocurre así con las leyes hechas por Dios, porque las hizo perfectas la omniperfecta Personalidad de Dios. Los códigos de la religión, las disposiciones de las Escrituras, las hacen representantes de Dios liberados, tomando en cuenta las diversas condiciones de vida, y al ejecutar las órdenes del Señor, los seres vivientes condicionados gradualmente se liberan de las garras de la existencia material. La verdadera posición del ser viviente consiste, sin embargo, en que es el servidor eterno del Señor Supremo. En su estado liberado, le presta servicio al Señor con amor trascendental, y de ese modo disfruta de plena libertad, a veces incluso en la misma medida que el Señor, o a veces más que el Señor. Pero en el mundo material condicionado, todo ser viviente quiere ser el Señor de otros seres vivientes, y es así como por la ilusión de māyā esa mentalidad de enseñoreamiento se vuelve la causa de una extensión adicional de la vida condicionada. De manera que en el mundo material el ser viviente es condicionado aún más, hasta que revive su estado original de servidumbre eterna, en virtud de lo cual se entrega al Señor. Esa es la última instrucción del Bhagavad-gītā y de todas las demás Escrituras reconocidas que hay en el mundo.