Text 44
yan manyase dhruvaṁ lokam
adhruvaṁ vā na cobhayam
sarvathā na hi śocyās te
snehād anyatra mohajāt
yat—aunque; manyase—tú creas; dhruvam—Verdad Absoluta; lokam—personas; adhruvam—irrealidad; vā—o; na—o no; ca—también; ubhayam—o de las dos maneras; sarvathā—en todas las circunstancias; na—nunca; hi—ciertamente; śocyāḥ—motivo de lamento; te—ellos; snehāt—por afecto; anyatra—o de lo contrario; moha-jāt—por confusión.
¡Oh, rey!, en todas las circunstancias, ya sea que consideres que el alma es un principio eterno, o que el cuerpo material es algo perecedero, o que todo existe en la impersonal Verdad Absoluta, o que todo es una combinación inexplicable de materia y espíritu, los sentimientos de separación se deben solo al afecto ilusorio y nada más.
SIGNIFICADO: Lo cierto es que todo ser viviente es una parte integral e individual del Ser Supremo, y su posición constitucional es la de prestar servicio cooperativo subordinado. Ya sea en su existencia material condicionada o en su posición liberada de pleno conocimiento y eternidad, la entidad viviente se halla eternamente bajo el control del Señor Supremo. Pero aquellos que no están versados en el conocimiento real presentan muchas proposiciones especulativas acerca de la verdadera posición de la entidad viviente. Todas las escuelas de filosofía admiten, sin embargo, que el ser viviente es eterno y que la cobertura corporal hecha de los cinco elementos materiales es perecedera y temporal. La eterna entidad viviente transmigra de un cuerpo material a otro por la ley del karma, y los cuerpos materiales son perecederos debido a sus estructuras fundamentales. Por consiguiente, no hay nada que lamentar en el caso de un alma que es trasladada a otro cuerpo, o porque el cuerpo material perezca en una cierta etapa. Hay otros, además, que creen que el alma espiritual se funde en el Espíritu Supremo cuando no está cubierta por el enjaulamiento material, y aun hay otros que no creen en la existencia del alma espiritual, sino que creen en la materia tangible. En nuestra experiencia diaria observamos muchísimas transformaciones de materia que pasa de una forma a otra, pero no nos lamentamos de esas características cambiantes. En cualquiera de los casos antedichos, la fuerza de la energía divina es incontenible; nadie tiene ningún control sobre ella y, en consecuencia, no hay por qué afligirse.