Text 22
rājovāca
dharmaṁ bravīṣi dharma-jña
dharmo ’si vṛṣa-rūpa-dhṛk
yad adharma-kṛtaḥ sthānaṁ
sūcakasyāpi tad bhavet
rājā uvāca—el rey dijo; dharmam—religión; bravīṣi—mientras hablas; dharma-jña—¡oh, tú, que conoces los códigos de la religión!; dharmaḥ—la personalidad de la religión; asi—eres; vṛṣa-rūpa-dhṛk—disfrazado de toro; yat—todo lo que; adharma-kṛtaḥ—aquel que actúa de modo irreligioso; sthānam—lugar; sūcakasya—del identificador; api—también; tat—eso; bhavet—se vuelve.
El rey dijo: ¡Oh, tú, que tienes la forma de un toro! Tú conoces la verdad de la religión, y estás hablando de conformidad con el principio que dice que el destino dispuesto para el que perpetra actos irreligiosos, es el mismo que se dispone para aquel que identifica al autor. Tú no eres otro que la personalidad de la religión.
SIGNIFICADO: El devoto concluye que nadie es directamente responsable de ser benefactor o malhechor sin la sanción del Señor; por lo tanto, él no considera a nadie directamente responsable de una acción tal. Más bien, en ambos casos él da por sentado que, ya sea la ganancia o la pérdida, ambas son un don de Dios y, por ende, constituyen Su gracia. En caso de ganancia, nadie niega que venga del cielo, pero en caso de pérdida o reveses uno se pregunta cómo el Señor puede ser tan cruel con Su devoto como para ponerlo en grandes dificultades. Aparentemente, Jesucristo fue puesto en una de esas grandes dificultades al ser crucificado por los ignorantes, pero él nunca se puso furioso con los malhechores. Esa es la manera de aceptar las cosas, ya sean favorables o no. Así pues, para el devoto, el que identifica es tan pecador como el malhechor. Por la gracia de Dios, el devoto tolera todos los reveses. Mahārāja Parīkṣit observó eso y, por lo tanto, se dio cuenta de que el toro no era otro que la propia personalidad de la religión. En otras palabras, el devoto no tiene ningún sufrimiento en absoluto, porque para el devoto que ve a Dios en todo, el llamado sufrimiento también es la gracia de Dios. La vaca y el toro nunca pusieron ninguna queja ante el rey de que la personalidad de Kali los estaba torturando, aunque todo el mundo presenta esa clase de quejas ante las autoridades estatales. El extraordinario comportamiento del toro hizo que el rey concluyera que se trataba sin duda de la personalidad de la religión, ya que nadie más podía entender las complejidades sutiles de los códigos de la religión.