Text 16
dhyāyataś caraṇāmbhojaṁ
bhāva-nirjita-cetasā
autkaṇṭhyāśru-kalākṣasya
hṛdy āsīn me śanair hariḥ
dhyāyataḥ—meditando así en; caraṇa-ambhojam—los pies de loto de la Personalidad de Dios localizada; bhāva-nirjita—mente transformada en amor trascendental por el Señor; cetasā—todas las actividades mentales (pensar, sentir y desear); autkaṇṭhya—anhelo; aśru-kala—lágrimas se deslizaron; akṣasya—de los ojos; hṛdi—dentro de mi corazón; āsīt—apareció; me—mi; śanaiḥ—sin demora; hariḥ—la Personalidad de Dios.
Tan pronto como comencé a meditar en los pies de loto de la Personalidad de Dios con mi mente transformada en amor trascendental, brotaron lágrimas de mis ojos y, sin demora, la Personalidad de Dios Śrī Kṛṣṇa apareció en el loto de mi corazón.
SIGNIFICADO: La palabra bhāva es significativa aquí. Esa etapa bhāva se alcanza después de que uno tiene afecto trascendental por el Señor. La primera etapa inicial se denomina śraddhā, o un gusto por el Señor Supremo, y para aumentar ese gusto uno tiene que asociarse con devotos puros del Señor. La tercera etapa consiste en practicar las reglas y regulaciones prescritas del servicio devocional. Eso disipará toda clase de recelos y eliminará las deficiencias personales que impiden el progreso en el servicio devocional.
Al eliminar todas las deficiencias personales y los recelos, queda una fe básica en los asuntos trascendentales, y el gusto por ello aumenta en una mayor proporción. Esa etapa lleva a la atracción, y después de esta sigue bhāva, o la etapa preliminar del amor puro por Dios. Todas las diferentes etapas antedichas no son más que diferentes etapas del desarrollo del amor trascendental. Al uno estar tan sobrecargado de amor trascendental, aparece un fuerte sentimiento de separación que conduce a ocho diferentes clases de éxtasis. La aparición de lágrimas en los ojos de un devoto es una reacción automática, y como Śrī Nārada Muni en su nacimiento anterior había alcanzado esa etapa muy rápidamente después de dejar el hogar, le era perfectamente posible percibir la presencia en sí del Señor, cosa que experimentó de una manera tangible a través de sus sentidos espirituales desarrollados y sin ningún vestigio material.