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Vasudeva, al ver que sus instrucciones no tranquilizaban a Kaṁsa, improvisó un plan, y prometió llevarle todos los hijos que naciesen de Devakī, para que él mismo los matase. De ese modo, ya no era necesario que matase a Devakī allí mismo. La oferta satisfizo a Kaṁsa. Pasó el tiempo, y cuando Devakī tuvo su primer hijo, Vasudeva llevó al recién nacido ante Kaṁsa, que se asombró del carácter magnánimo de Vasudeva. Cuando este le entregó el bebé, Kaṁsa, dando muestras de cierta inteligencia, dijo que no había razón para matar al primer hijo de Devakī, si el destinado a matarle era el octavo. Ante la desconfianza de Vasudeva, Kaṁsa le devolvió el bebé diciéndole que podía quedarse con él. Pero más tarde, después de que Nārada le revelase que los semidioses habían conspirado contra él y estaban naciendo en las dinastías Yadu y Vṛṣṇi, Kaṁsa decidió matar a todos los niños nacidos en esas familias, y, con ellos, también a todos los hijos que nacieran de Devakī. Así pues, detuvo y encerró en prisión a Devakī y Vasudeva, y mató, uno tras otro, a los seis hijos que tuvieron. Nārada había revelado también a Kaṁsa que en su vida anterior había sido el demonio Kālanemi, y que Viṣṇu le había matado. Por todo ello, Kaṁsa se convirtió en un enemigo terrible para todos los descendientes de la Yadu-vaṁśa, la dinastía Yadu. En su deseo de disfrutar él solo del reino, llegó hasta el extremo de arrestar y encerrar en prisión a su propio padre, Ugrasena.

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