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Un día, una vendedora de frutas pasó por casa de Nanda Mahārāja. Kṛṣṇa recogió en Sus manitas unos granos de cereal y corrió a que Se los cambiase por fruta. Los cereales se Le cayeron casi todos por el camino, y cuando llegó, solo Le quedaban en la mano uno o dos granitos. Pero la vendedora, llena de cariño por Él, los aceptó como pago y cargó al niño con toda la fruta que podía llevarse. Tan pronto como hizo esto, su cesta se llenó de oro y joyas.

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