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Otro día, madre Yaśodā tenía al niño en su regazo cuando, de pronto, notó que pesaba tanto como el universo entero. Madre Yaśodā se sorprendió tanto que tuvo que dejar al niño en el suelo. En esas circunstancias, uno de los sirvientes de Kaṁsa, Tṛṇāvarta, apareció en el lugar en forma de torbellino y se llevó al bebé. Toda la región de Gokula se llenó de polvo, y nadie sabía a dónde había ido a parar el bebé. Todas las gopīs estaban desoladas porque la tormenta de arena se había llevado a Kṛṣṇa. Sin embargo, en el cielo, el asura apenas podía soportar el peso del niño. No podía llevarlo más lejos, pero tampoco podía soltarlo, porque Kṛṣṇa Se había abrazado a él con tanta fuerza que le costaba muchísimo separarlo de su cuerpo. Tṛṇāvarta cayó entonces desde una gran altura, con el niño firmemente sujeto a su cuello, y murió inmediatamente. Cuando el demonio cayó, las gopīs recogieron al bebé y Lo pusieron en brazos de madre Yaśodā. Madre Yaśodā no salía de su asombro, pero, debido a la influencia de yoga-māyā, nadie lograba comprender quién era Kṛṣṇa y qué había ocurrido en realidad. Todos, en cambio, alabaron a la fortuna por haber salvado al niño de semejante catástrofe. Nanda Mahārāja, por su parte, no podía dejar de pensar en la maravillosa clarividencia de Vasudeva y, considerándole un gran yogī, le alababa constantemente. Más tarde, mientras madre Yaśodā tenía al bebé en brazos, Kṛṣṇa bostezó, y madre Yaśodā pudo contemplar dentro de Su boca toda la manifestación universal.
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