Texto 15
anta-kāle tu puruṣa
āgate gata-sādhvasaḥ
chindyād asaṅga-śastreṇa
spṛhāṁ dehe ’nu ye ca tam
anta-kāle—en la última etapa de la vida; tu—pero; puruṣaḥ—una persona; āgate—habiendo llegado; gata-sādhvasaḥ—sin ningún temor a la muerte; chindyāt—debe cortar; asaṅga—desapego; śastreṇa—con el arma de; spṛhām—todos los deseos; dehe—en lo referente al tabernáculo material; anu—relacionado con; ye—todo lo que; ca—también; tam—ellos.
En la última etapa de la vida, se debe ser lo suficientemente valiente como para no temer a la muerte. Pero uno debe cortar todo apego al cuerpo material y a todo lo que a él pertenece, y acabar con todos los deseos que de él se derivan.
SIGNIFICADO: La necedad del materialismo craso consiste en que la gente piensa acomodarse permanentemente en este mundo, aunque es un hecho establecido que uno tiene que dejar aquí todo lo que se ha creado con la valiosa energía humana. Grandes estadistas, científicos, filósofos, etc., que son necios y carecen por completo de información acerca del alma espiritual, creen que esta vida de solo unos cuantos años lo es absolutamente todo, y que no existe nada más después de la muerte. Esta escasez de conocimiento, incluso en los supuestos círculos de eruditos del mundo, está matando la vitalidad de la energía humana, y el terrible resultado se está sintiendo profundamente. Y, sin embargo, a los necios hombres materialistas no importa lo que va a pasar en la siguiente vida. La instrucción preliminar que se da en el Bhagavad-gītā, es la de que uno debe saber que la identidad de la entidad viviente individual no se pierde ni siquiera al final del cuerpo actual, que no es más que un traje externo. Así como uno cambia una ropa vieja, así mismo el ser viviente individual cambia también su cuerpo, y ese cambio de cuerpo se denomina muerte. La muerte es, entonces, un proceso para cambiar el cuerpo al cabo de la vida actual. Una persona inteligente debe estar preparada para eso, y debe tratar de obtener el mejor tipo de cuerpo en la siguiente vida. El mejor tipo de cuerpo es un cuerpo espiritual, que es el que obtienen aquellos que van de vuelta al Reino de Dios, o que entran en el ámbito del Brahman. En el segundo capítulo de este Canto, este asunto se tratará ampliamente, pero en lo que concierne al cambio de cuerpo, uno debe estar preparado ahora para la siguiente vida. La gente necia le da más importancia a la actual vida temporal, y por eso los necios líderes hacen llamamientos en el nombre del cuerpo y de las relaciones corporales. Las relaciones corporales no solo se extienden a este cuerpo, sino también a los miembros de la familia, a la esposa, a los hijos, a la sociedad, al país y a muchísimas otras cosas que se terminan con la vida. Después de la muerte, uno olvida todo acerca de las presentes relaciones corporales; de noche, cuando dormimos, tenemos una pequeña experiencia de esto. Mientras dormimos, olvidamos todo lo referente a este cuerpo y a las relaciones corporales, aunque ese olvido es una situación temporal de solo unas cuantas horas. La muerte no es más que dormir por unos cuantos meses con el fin de desarrollar otro período de enjaulamiento corporal, que la ley de la naturaleza nos otorga según nuestras aspiraciones. Por consiguiente, uno solo tiene que cambiar de aspiración durante el transcurso de su vida en el cuerpo actual, y para ello es necesario formarse durante la vida humana en curso. Esa formación se puede comenzar en cualquier etapa de la vida, o incluso unos cuantos segundos antes de la muerte, pero el procedimiento acostumbrado consiste en que uno reciba la formación desde muy temprano en la vida, desde la etapa de brahmacarya, y progrese gradualmente hasta las órdenes de vida de gṛhastha, vānaprastha y sannyāsa. La institución que proporciona este tipo de formación se denomina varṇāśrama-dharma, o el sistema de sanātana-dharma‚ el mejor procedimiento para hacer que la vida humana se vuelva perfecta. Por lo tanto, a uno se le exige abandonar el apego a la vida familiar, social o política, justo a los cincuenta años, si no antes, y la formación que se da en los āśramas de vānaprastha y sannyāsa tiene por objeto prepararlo a uno para la siguiente vida. Necios materialistas disfrazados de líderes de la gente, se aferran a los asuntos familiares sin intentar cortar las relaciones con ellos, y de ese modo se vuelven víctimas de la ley de la naturaleza, y reciben de nuevo cuerpos burdos, conforme a su trabajo. Puede que al final de la vida esos necios líderes reciban cierto respeto de la gente, pero eso no significa que serán inmunes a las leyes naturales bajo las cuales todo el mundo está fuertemente atado de pies y manos. Lo mejor es, entonces, que todo el mundo deje voluntariamente las relaciones familiares, trasladando hacia el servicio devocional del Señor el apego a la familia, a la sociedad, al país y a todo lo que de ello procede. Aquí se afirma que se deben abandonar todos los deseos relacionados con el apego a la familia. Uno debe tener la oportunidad de tener mejores deseos; de lo contrario, no hay posibilidad alguna de abandonar esos deseos morbosos. El deseo es un factor concomitante de la entidad viviente. La entidad viviente es eterna, y en consecuencia, sus deseos, que son naturales en un ser viviente, también son eternos. Así pues, uno no puede dejar de desear, pero se puede cambiar el objeto de los deseos. De manera que, uno debe desarrollar los deseos de regresar al hogar, de vuelta a Dios, y de forma automática los deseos de ganancia material, honor material y popularidad material, disminuirán en proporción al desarrollo del servicio devocional. El ser viviente está hecho para actividades de servicio, y sus deseos se centran alrededor de esa actitud de servicio. Desde el primer mandatario del Estado hasta el insignificante vagabundo de la calle, todos están prestando algún tipo de servicio a otros. La perfección de esa actitud de servicio solo se logra al trasladar de la materia al espíritu, o de Satanás a Dios, el deseo de servir.