Text 6
dharmasya dakṣa-duhitary ajaniṣṭa mūrtyāṁ
nārāyaṇo nara iti sva-tapaḥ-prabhāvaḥ
dṛṣṭvātmano bhagavato niyamāvalopaṁ
devyas tv anaṅga-pṛtanā ghaṭituṁ na śekuḥ
dharmasya—de Dharma (el controlador de los principios religiosos); dakṣa—Dakṣa, uno de los prajāpatis; duhitari—a la hija; ajaniṣṭa—nació; mūrtyām—de nombre Mūrti; nārāyaṇaḥ—Nārāyaṇa; naraḥ—Nara; iti—así pues; sva-tapaḥ—penitencias personales; prabhāvaḥ—fuerza; dṛṣṭvā—por ver; ātmanaḥ—de Su propio; bhagavataḥ—de la Personalidad de Dios; niyama-avalopam—rompiendo el voto; devyaḥ—bellezas celestiales; tu—pero; anaṅga-pṛtanāḥ—acompañante de Cupido; ghaṭitum—ocurrir; na—nunca; śekuḥ—se hizo posible.
Para exhibir Su manera personal de austeridad y penitencia, Él apareció en las formas gemelas de Nārāyaṇa y Nara, en el vientre de Mūrti, la esposa de Dharma e hija de Dakṣa. Unas bellezas celestiales, las acompañantes de Cupido, fueron a tratar de romper Sus votos, pero no tuvieron éxito, pues vieron que muchas bellezas como ellas emanaban de Él, la Personalidad de Dios.
SIGNIFICADO: El Señor, siendo la fuente de todo lo que existe, es también el origen de todas las austeridades y penitencias. Los sabios se someten a grandes votos de austeridad para lograr el éxito en la autorrealización. La vida humana está hecha para esa tapasya, con el gran voto de celibato o brahmacarya. En la rígida vida de tapasya no hay lugar para asociarse con mujeres. Y debido a que la vida humana está hecha para tapasya, la verdadera civilización humana, tal como la concibe el sistema de sanātana-dharma o la escuela de las cuatro castas y las cuatro órdenes de la vida, prescribe para lograr la autorrealización, el separarse estrictamente de la mujer en tres etapas de la vida. En la orden del desarrollo cultural gradual, la vida de uno puede dividirse en cuatro partes: celibato, vida de casado, retiro y renunciación. Durante la primera etapa de la vida, hasta los veinticinco años de edad, el hombre debe ser entrenado como brahmacārī bajo la guía de un maestro espiritual fidedigno, tan solo para entender que la mujer es la verdadera fuerza de amarre de la existencia material. Si uno quiere conseguir librarse del cautiverio material de la vida condicionada, debe librarse de la atracción hacia la forma de la mujer. La mujer, o el sexo bello, es el principio hechizador de las entidades vivientes, y la forma masculina, especialmente en el ser humano, es para la autorrealización. El mundo entero se mueve bajo el hechizo de la atracción femenina, y tan pronto como un hombre se une con una mujer, de inmediato se vuelve víctima del cautiverio material, quedando sujeto por un apretado nudo. Los deseos de enseñorearse del mundo material, bajo el hechizo de una falsa sensación de señoría, comienzan específicamente justo después de que el hombre se une con una mujer. Los deseos de adquirir una casa, poseer tierra, engendrar hijos y volverse resaltante en la sociedad, el afecto por la comunidad y el lugar de nacimiento, y el anhelo de riqueza, que son todos como fantasmagorías o sueños ilusorios, entrampan al ser humano, y este queda así impedido en su progreso hacia la autorrealización, que es el verdadero objetivo de la vida. El brahmacārī, o un muchacho, desde la edad de cinco años, especialmente de las castas superiores, es decir, de padres eruditos (los brāhmaṇas), de padres administrativos (los kṣatriyas), o de padres mercaderes o productores (los vaiśyas), es entrenado hasta los veinticinco años de edad bajo el cuidado de un guru o maestro fidedigno, y, bajo la estricta observancia de disciplina, él llega a entender cuáles son los valores de la vida, al mismo tiempo que recibe entrenamiento específico para procurarse el sustento. Al brahmacārī se le permite entonces ir al hogar y entrar en la vida de casado, casándose con una mujer adecuada. Pero hay muchos brahmacārīs que no van al hogar a volverse hombres de familia, sino que continúan la vida de naiṣṭhika-brahmacārīs, sin conexión alguna con mujeres. Ellos adoptan la orden de sannyāsa, o la orden de vida de renunciante, sabiendo bien que la unión con mujeres es una carga innecesaria que detiene la autorrealización. Como el deseo sexual es muy fuerte en una cierta etapa de la vida, el guru puede que le permita al brahmacārī casarse; esa licencia se le da a un brahmacārī que es incapaz de continuar en el sendero de naiṣṭhika-brahmacarya, y esos juicios los puede hacer el guru fidedigno. Se requiere de un programa de lo que se conoce como planificación familiar. El casado que se asocia con una mujer bajo restricciones dadas por las Escrituras, después de un cabal entrenamiento de brahmacarya, no puede ser un casado como los perros y los gatos. Un casado así, al cumplir cincuenta años de edad se apartaba, como vānaprastha, de la asociación con la mujer para ser entrenado en cómo vivir solo sin la asociación de una mujer. Cuando la práctica se termina, el mismo casado retirado se vuelve un sannyāsī, estrictamente separado de la mujer, incluso de su esposa. Al estudiar todo el esquema de separarse de las mujeres, se observa que la mujer es un obstáculo en la autorrealización, y el Señor apareció como Nārāyaṇa para enseñar el principio de separarse de la mujer haciendo un voto en la vida. Los semidioses, sintiendo envidia de la vida austera que los estrictos brahmacārīs llevaban, trataban de hacerles romper sus votos despachando soldados de Cupido. Pero en el caso del Señor, resultó un intento infructuoso, pues las bellezas celestiales vieron que el Señor puede producir innumerables bellezas de esas mediante Su mística potencia interna, y que, como consecuencia, no tenía por qué ser atraído externamente por otras. Hay un proverbio común que dice que a un confitero nunca le atraen los dulces. El confitero, que siempre se encuentra fabricando dulces, tiene muy pocos deseos de comérselos; en forma similar, el Señor, mediante Sus poderes potenciales de placer, puede producir innumerables bellezas espirituales, y no sentirse atraído en absoluto por falsas bellezas de creación material. El que no sabe, alega tontamente que el Señor Kṛṣṇa disfrutó de mujeres en Su rāsa-līlā de Vṛndāvana, o con Sus dieciséis mil esposas legítimas de Dvārakā.