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Text 1

śrī-śuka uvāca
ātma-māyām ṛte rājan
parasyānubhavātmanaḥ
na ghaṭetārtha-sambandhaḥ
svapna-draṣṭur ivāñjasā

śrī-śukaḥ uvāca—Śrīla Śukadeva Gosvāmī dijo; ātma—la Suprema Personalidad de Dios; māyām—energía; ṛte—sin; rājan—¡oh, rey!; parasya—del alma pura; anubhava-ātmanaḥ—de la puramente consciente; na—nunca; ghaṭeta—puede ocurrir así; artha—sentido; sambandhaḥ—relación con el cuerpo material; svapna—sueño; draṣṭuḥ—del observador; iva—como; añjasā—completamente.

Śrīla Śukadeva Gosvāmī dijo: ¡Oh, rey!, a menos que uno se vea influido por la energía de la Suprema Personalidad de Dios, no tiene sentido la relación que hay entre el alma pura, que se encuentra en estado de conciencia pura, y el cuerpo material. Esa relación es igual a la que tiene una persona con su propio cuerpo cuando sueña y lo ve actuando.

SIGNIFICADO: La pregunta de Mahārāja Parīkṣit acerca de cómo la entidad viviente comenzó su vida material si bien se encuentra aparte del cuerpo y de la mente materiales, es respondida en forma perfecta. El alma espiritual es distinta del concepto material de su vida, pero se encuentra absorta en semejante concepto material, debido a que está influida por la energía externa del Señor, denominada ātma-māyā. Eso ya se explicó en el Primer Canto, en relación con la vívida experiencia que tuvo Vyāsadeva con el Señor Supremo y Su energía externa. Por la voluntad del Señor, la energía externa controla a las entidades vivientes, y el Señor controla la energía externa. Por lo tanto, a pesar de que la entidad viviente en su estado puro es consciente en forma pura, está subordinada a la voluntad del Señor, debido a que se encuentra influida por la energía externa del Señor. En el Bhagavad-gītā (15.15) también se confirma lo mismo; el Señor se encuentra presente en el corazón de toda entidad viviente, y toda la conciencia y todo el olvido de la entidad viviente están influidos por el Señor.

Ahora bien, la siguiente pregunta que se hace automáticamente, es por qué el Señor influye en la entidad viviente para que posea dicha conciencia y olvido. La respuesta es que el Señor desea claramente que toda entidad viviente se encuentre en su estado de conciencia pura como parte integral de Él, y de esa manera se encuentra dedicada al amoroso servicio de Él, para lo cual está constitucionalmente hecha; pero debido a que la entidad viviente es también parcialmente independiente, puede que no esté deseosa ni dispuesta a servir al Señor, y más bien puede que trate de volverse tan independiente como Él. Toda entidad viviente que no es devota está deseosa de volverse tan poderosa como el Señor, si bien no está en capacidad de hacerlo. Las entidades vivientes son engañadas por la voluntad del Señor, debido a que quisieron volverse como Él. Así como una persona piensa en volverse rey sin poseer las cualidades necesarias para ello, así mismo cuando la entidad viviente desea volverse el propio Señor, es puesta en una condición en la que sueña que es un rey. Luego el primer deseo pecaminoso de la entidad viviente consiste en querer volverse el Señor, y el deseo consecuente del Señor es que la entidad viviente olvide su verdadera vida, y de ese modo sueñe con la tierra utópica en la que puede volverse igual al Señor. El niño llora para que la madre le dé la luna, y la madre le da un espejo al molesto niño llorón para complacerlo con el reflejo de la luna. En forma similar, el hijo llorón del Señor es entregado al reflejo, el mundo material, para que se enseñoree de él como karmī, y por la frustración lo deje con el fin de volverse uno con el Señor. Ambas etapas son solo ilusiones de ensueño. No es necesario averiguar la historia acerca de cuándo la entidad viviente deseó eso. Pero lo cierto es que, tan pronto como lo deseó, fue puesta bajo el control de ātma-māyā por la dirección del Señor. En consecuencia, la entidad viviente, en su condición material, está soñando falsamente que «esto es mío» y que «este soy yo». El sueño consiste en que el alma condicionada cree que su cuerpo material es el «yo», o en que falsamente cree que es el Señor y que todo lo que está relacionado con ese cuerpo material es «mío». Así pues, solo en sueños es que la errónea concepción del «yo» y «mío» persiste vida tras vida. Esto continúa vida tras vida, en tanto la entidad viviente no esté consciente, en forma pura, de su identidad como parte integral subordinada del Señor.

Sin embargo, en su estado de conciencia pura no existe semejante sueño mal concebido, y, en ese estado de conciencia pura, la entidad viviente no olvida que nunca es el Señor, sino que es eternamente el servidor del Señor, con amor trascendental.

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