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Text 10

yad arthena vināmuṣya
puṁsa ātma-viparyayaḥ
pratīyata upadraṣṭuḥ
sva-śiraś chedanādikaḥ

yat—así pues; arthena—un propósito o significado; vinā—sin; amuṣya—de alguien así; puṁsaḥ—de la entidad viviente; ātma-viparyayaḥ—afligida por la identidad del ser; pratīyate—así parecen; upadraṣṭuḥ—del espectador superficial; sva-śiraḥ—su propia cabeza; chedana-ādikaḥ—cortando.

La entidad viviente está acongojada en relación con la identidad de su ser. No tiene ninguna base real, como un hombre que en un sueño ve que le cortan la cabeza.

SIGNIFICADO: Una vez, un maestro de escuela amenazó a uno de sus discípulos, diciéndole que le cortaría la cabeza y la colgaría en la pared para que el discípulo viera que se la había cortado. El niño se asustó, y detuvo su travesura. En forma similar, los sufrimientos del alma pura y la interrupción de la identificación de su ser los dirige la energía externa del Señor, que controla a aquellas entidades vivientes traviesas que quieren ir en contra de la voluntad del Señor. En realidad, no existe cautiverio ni sufrimiento para la entidad viviente, ni tampoco pierde jamás su conocimiento puro. Cuando se encuentra en su estado de conciencia pura y piensa en su posición con un poco de seriedad, puede entender que está eternamente subordinada a la misericordia del Supremo, y que su intento de volverse uno con el Señor Supremo es una falsa ilusión. Vida tras vida, la entidad viviente trata falsamente de enseñorearse de la naturaleza material y volverse el señor del mundo material, pero no hay ningún resultado tangible. Finalmente, cuando se frustra, abandona sus actividades materiales, y trata de volverse uno con el Señor y especular con mucho malabarismo de palabras, pero sin ningún éxito.

Estas actividades se ejecutan bajo el dictado de la energía ilusoria. La experiencia se compara a la de ser decapitado en un sueño. El hombre al que se le ha cortado la cabeza también ve que su cabeza ha sido cortada. Si a una persona se le corta la cabeza, pierde su capacidad de ver. Por lo tanto, si un hombre ve que se le ha cortado la cabeza, significa que lo está pensando bajo los efectos de una alucinación. De igual manera, la entidad viviente se encuentra eternamente subordinada al Señor Supremo, y tiene ese conocimiento consigo; pero, artificialmente, piensa que es el propio Dios y que, aunque es Dios, ha perdido su conocimiento a causa de māyā. Este concepto no tiene sentido alguno, tal como no tiene ningún sentido el hecho de ver cómo uno es decapitado. Este es el proceso por el cual el conocimiento queda cubierto. Y debido a que esta condición rebelde y artificial de la entidad viviente le da toda clase de problemas, ha de entenderse que debe adoptar su vida normal de devoto del Señor, y liberarse del erróneo concepto de ser Dios. La supuesta liberación de pensarse Dios es la última reacción de avidyā por la que se atrapa a la entidad viviente. Se concluye, entonces, que una entidad viviente desprovista del eterno servicio trascendental al Señor queda engañada de muchas maneras. Incluso en su vida condicional, es el eterno sirviente del Señor. Su servidumbre bajo el hechizo de la ilusoria māyā es también una manifestación de su eterna condición de servicio. Como se ha rebelado en contra del servicio del Señor, es puesta, por lo tanto, al servicio de māyā. Sigue sirviendo, pero de una manera distorsionada. Cuando desea dejar de servir bajo la influencia del cautiverio material, lo siguiente que desea es volverse uno con el Señor. Esa es otra ilusión. El mejor camino, por consiguiente, consiste en entregarse al Señor, y en esa forma liberarse para siempre de la ilusoria māyā, como se confirma en el Bhagavad-gītā (7.14):

daivī hy eṣā guṇa-mayī
mama māyā duratyayā
mām eva ye prapadyante
māyām etāṁ taranti te

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