Text 31
eṣa eva hi lokānāṁ
śivaḥ panthāḥ sanātanaḥ
yaṁ pūrve cānusantasthur
yat-pramāṇaṁ janārdanaḥ
eṣaḥ—los Vedas; eva—ciertamente; hi—para; lokānām—de todo el mundo; śivaḥ—auspicioso; panthāḥ—sendero; sanātanaḥ—eterno; yam—el cual (sendero védico); pūrve—en el pasado; ca—y; anusantasthuḥ—seguido estrictamente; yat—en el cual; pramāṇam—la prueba; janārdanaḥ—Janārdana.
Los Vedas dan los principios regulativos eternos para el progreso auspicioso de la civilización humana, principios que en el pasado se siguieron estrictamente. La Suprema Personalidad de Dios, que recibe el nombre de Janārdana, el bienqueriente de todas las entidades vivientes, es la prueba concluyente de este principio.
SIGNIFICADO: Kṛṣṇa, la Suprema Personalidad de Dios, ha proclamado en el Bhagavad-gītā que Él es el padre de todas las entidades vivientes sin excepción. Hay 8 400 000 especies de formas de vida diferentes, y el Señor Kṛṣṇa proclama que Él es el padre de todas ellas. Todas las entidades vivientes son partes integrales de la Suprema Personalidad de Dios, hijos del Señor, y como viven convencidas de que son los señores de la naturaleza material, se les dan los Vedas, para que les sirvan de guía y se beneficien. Por esta razón, los Vedas reciben el calificativo de apauruṣeya, pues no fueron escritos por ningún hombre o semidiós, ni siquiera por la primera criatura viviente, Brahmā, que no es ni el creador ni el autor de los Vedas. Él es también un ser viviente de este mundo material; por lo tanto, por sí mismo no tiene poder para escribir o hablar los Vedas. En el mundo material, toda entidad viviente tiene cuatro defectos: comete errores, confunde una cosa con otra, engaña, y tiene sentidos imperfectos. Sin embargo, los Vedas no han sido escritos por ninguna criatura viviente del mundo material. Por eso se dice que son apauruṣeya. Nadie puede remontarse hasta el origen de los Vedas. Por supuesto, la civilización moderna no cuenta con ninguna historia cronológica del mundo ni del universo, y no puede presentar hechos históricos auténticos de más de tres mil años de antigüedad. Nadie ha podido remontarse nunca a la época en que se escribieron los Vedas, porque no fueron escritos por ningún ser viviente del mundo material. Todos los demás sistemas de conocimiento fueron escritos o hablados por hombres y semidioses, que son producto de la creación material, y por lo tanto, tienen defectos. Pero el Bhagavad-gītā es apauruṣeya, pues no fue hablada por ningún ser humano ni semidiós de la creación material; fue hablada por el Señor Kṛṣṇa, que está más allá de la creación material. Esto lo aceptan eruditos tan poderosos como Śaṅka rācā rya, por no nombrar a otros ācāryas, como Rāmānujācārya y Madhvācārya. Śaṅka rācā rya ha aceptado que Nārāyaṇa y Kṛṣṇa son trascendentales, y el propio Señor Kṛṣṇa ha establecido también en el Bhagavad-gītā: ahaṁ sarvasya prabhavo mattaḥ sarvaṁ pravartate: «Yo soy el origen de todo; todo emana de Mí». Él es el creador de toda la manifestación material, incluyendo a Brahmā, a Śiva y a todos los semidioses, pues todo ha emanado de Él. Él dice también que la finalidad de los Vedas es entenderle a Él (vedaiś ca sarvair aham eva vedy aḥ). Él es veda-vit, el conocedor original de los Vedas, y vedānta-kṛt, el compilador del Vedānta. Los Vedas no son obra de Brahmā.
Al principio del Śrīmad-Bhāgavatam se establece: tene brahma hṛdā: La Verdad Absoluta Suprema, la Personalidad de Dios, impartió el conocimiento védico a Brahmā a través del corazón. Por consiguiente, el conocimiento védico está libre de los cuatro defectos, a saber: error, ilusión, engaño e imperfección. La prueba de ello es que fue hablado por la Suprema Personalidad de Dios, Janārdana, y se ha seguido desde tiempo inmemorial, comenzando con Brahmā. En la India, la población de alto nivel cultural ha seguido la religión y los principios védicos desde tiempo inmemorial; nadie puede remontarse hasta el origen de la religión védica. Por lo tanto, es sanātana, y cualquier blasfemia contra los Vedas entra en el campo del ateísmo. Se explica que los Vedas son setu, es decir, «un puente». Quien desee alcanzar la existencia espiritual, tiene que atravesar un océano de nesciencia. Los Vedas son el puente por el que se puede atravesar ese gran océano.
Los Vedas explican cómo organizar la raza humana en cuatro divisiones, según las cualidades y la capacidad de trabajo. Se trata de un sistema muy científico, que también es sanātana, ya que es imposible remontarse a sus orígenes y no tiene final. Nadie puede detener el sistema de varṇa y āśrama, el sistema de castas y divisiones. Por ejemplo, aceptemos o no la designación de brāhmaṇa, en la sociedad hay una clase, que recibe el nombre de clase intelectual, que está interesada en el entendimiento espiritual y la filosofía. De la misma manera, hay una clase de hombres interesada en administrar y gobernar a los demás. En el sistema védico, esos hombres de espíritu marcial se denominan kṣatriyas. Hay, igualmente, en todas partes, una clase de hombres que están interesados en el crecimiento económico, los negocios, la industria y el dinero; son los vaiśyas. Y hay además otra clase de hombres que ni son inteligentes, ni tienen espíritu marcial, ni capacidad para el crecimiento económico, pero que simplemente pueden servir a las demás clases; son los śūdras, la clase trabajadora. Este sistema es sanātana: procede del principio de los tiempos y continuará hasta el final. No hay poder en el mundo que lo pueda detener. Por lo tanto, como ese sistema de sanātana-dharma es eterno, siguiendo los principios védicos podemos alcanzar el nivel de vida espiritual más elevado.
Se afirma que los sabios de la antigūedad seguían ese sistema; seguir el sistema védico consiste en respetar las normas de etiqueta social básicas. Pero los seguidores del Señor Śiva, que son borrachos, adictos a las drogas y a la vida sexual, que no se bañan y fuman gāñjā, van contra toda norma humana de conducta civilizada. La conclusión es que las mismas personas que se rebelan contra los principios védicos son la prueba de que los Vedas son la autoridad, pues al no seguir esos principios, se comportan como animales. Esas personas embrutecidas son, de por sí, la prueba de la supremacía de las regulaciones védicas.