Text 30
dauhitrādīn ṛte mṛtyoḥ
śocyān dharma-vimohitān
varga-svargāpavargāṇāṁ
prāyeṇaikātmya-hetunā
dauhitra-ādīn—nietos como mi padre, Vena; ṛte—excepto; mṛtyoḥ—de la personificación de la muerte; śocyān—abominables; dharma-vimohitān—confundidas con respecto al sendero de la religión; varga—religión, crecimiento económico, complacencia de los sentidos y liberación; svarga—elevación a los planetas celestiales; apavargāṇām—liberadas de la contaminación material; prāyeṇa—casi siempre; eka—uno; ātmya—la Suprema Personalidad de Dios; hetunā—a causa de.
A pesar de la confusión en que se encuentran con respecto al sendero de la religión, personas abominables como mi padre, Vena, el nieto de la personificación de la muerte, todas las grandes personalidades, como las que he mencionado, están de acuerdo en que solo la Suprema Personalidad de Dios puede conceder en este mundo las bendiciones de la religión, el crecimiento económico, la complacencia de los sentidos, la liberación o la elevación a los planetas celestiales.
SIGNIFICADO: El rey Vena, padre de Pṛthu Mahārāja, fue condenado por los brāhmaṇas y personas santas debido a que negó la existencia de la Suprema Personalidad de Dios y rechazó el método de satisfacerle, es decir, la celebración de sacrificios védicos. En otras palabras, era un ateo; no creía en la existencia de Dios, y en consecuencia, prohibió que en su reino se celebrasen ceremonias rituales védicas. Pṛthu Mahārāja consideró que la personalidad del rey Vena era abominable porque Vena se había comportado como un necio en lo tocante a la celebración de funciones religiosas. Los ateos opinan que para obtener el éxito en la religión, el crecimiento económico, la complacencia de los sentidos y la liberación no es necesario aceptar la autoridad de la Suprema Personalidad de Dios. Según ellos, la finalidad de los principios religiosos (dharma) es establecer un Dios imaginario para inspirar a las personas en la moralidad, la honestidad y la justicia, de modo que se pueda mantener la paz y la tranquilidad del orden social. Dicen además que, para cumplir con estos fines, de hecho no se necesita aceptar a Dios, pues es suficiente con seguir los principios de moralidad y honestidad. De manera similar, unos planes inteligentes y un trabajo intenso traerán como resultado natural el crecimiento económico. La complacencia de los sentidos tampoco dependería de la misericordia de la Suprema Personalidad de Dios; si ganamos dinero, no importa por qué medios, tendremos ocasiones más que suficientes de complacer los sentidos. En cuanto a la liberación, dicen que no hay necesidad de plantearse la cuestión, pues todo se termina con la muerte. Pṛthu Mahārāja, sin embargo, no aceptó la autoridad de esos ateos, el principal de los cuales había sido su padre, el nieto de la personificación de la muerte. Por lo general, la hija hereda las cualidades del padre, y el hijo las de la madre. Por consiguiente, Sunīthā, la hija de Mṛtyu, adquirió todas las cualidades de su padre, y a través de ella las heredó Vena. Una persona constantemente sometida a las reglas y regulaciones del ciclo de nacimientos y muertes no puede concebir nada que esté fuera del alcance del pensamiento materialista. El rey Vena era una de esas personas, y por lo tanto, no creía en la existencia de Dios. La civilización actual comparte los principios del rey Vena; pero si de hecho estudiamos minuciosamente todos los pormenores relativos a la religión, el crecimiento económico, la complacencia de los sentidos y la liberación, tendremos que aceptar los principios de la autoridad de la Suprema Personalidad de Dios. Según las Escrituras védicas, la religión consiste únicamente en los códigos de leyes dados por Dios.
Quien no acepte la autoridad del Dios Supremo en cuestiones religiosas y morales, debería poder explicar la razón de que dos personas, aunque sigan las mismas normas de moralidad, obtengan resultados distintos. Solemos encontrarnos con que dos personas que siguen idénticas pautas morales en los campos de la ética, la honestidad y la moralidad, no están, a pesar de ello, en la misma posición. Lo mismo ocurre en el terreno del crecimiento económico: dos hombres trabajan intensamente día y noche, pero aun así, no obtienen el mismo resultado. Una persona goza de grandes opulencias aun sin trabajar, mientras que otra, a pesar de sus arduos esfuerzos, no gana lo suficiente para comer dos veces al día. Y, en el campo de la complacencia sensorial, vemos como a veces una persona, a pesar de contar con suficientes alimentos, no es feliz en su vida familiar, o ni siquiera está casado, mientras que otro goza de mayores facilidades para la complacencia de los sentidos a pesar de que su situación económica deja mucho que desear. Incluso un animal como el cerdo o el perro puede tener más posibilidades de complacer los sentidos que un ser humano. Dejando aparte la liberación y ciñéndonos únicamente a las necesidades básicas de la vida (dharma, artha y kāma: religión, crecimiento económico y complacencia de los sentidos), veremos que no son las mismas para todos. Por lo tanto, debe aceptarse que existe alguien que determina los distintos niveles. La conclusión es que no solo para la liberación debemos depender del Señor, sino incluso para las necesidades elementales del mundo material. Pṛthu Mahārāja indicó que a veces el hijo no es feliz a pesar de que sus padres son ricos; hay pacientes que mueren a pesar de que un médico competente les administra valiosas medicinas; y uno puede morir ahogado a pesar de tener un enorme bote salvavidas. Podemos, pues, luchar contra los obstáculos que nos pone la naturaleza material, pero no tendremos éxito en nuestros intentos a no ser que nos favorezca la Suprema Personalidad de Dios.