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Todo está bajo el control de la Suprema Personalidad de Dios, el controlador supremo, y todo el mundo debe actuar en consecuencia. Del mismo modo que un buey tiene que dejarse llevar por una cuerda atada de sus narices, todas las almas condicionadas se ven obligadas a actuar bajo el hechizo de las modalidades de la naturaleza. De modo que el hombre civilizado actúa siguiendo la institución de varṇa y āśrama. Nadie puede actuar libremente, ni siquiera en la vida materialista. Todo el mundo está obligado a aceptar el cuerpo que el Señor Supremo le ofrece, con los niveles de felicidad y de aflicción que correspondan a ese determinado tipo de cuerpo. Por esa razón, aquel que abandona el hogar y se retira al bosque sin estar preparado, de nuevo vuelve a apegarse a la vida material. La vida familiar se compara a una fortaleza en la que se puede practicar el control de los sentidos. Cuando los sentidos están controlados, lo mismo da vivir en el hogar que en el bosque; no hay diferencia.

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