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Mahārāja Rahūgaṇa sentía una cierta insatisfacción por no haber podido asimilar las enseñanzas de Jaḍa Bharata, cuyo profundo significado no podría comprender un materialista. Por esa razón, Jaḍa Bharata repitió sus enseñanzas con más claridad, diciendo que todas las entidades vivientes, que pueblan la superficie del planeta, móviles e inmóviles, no eran más que diversas transformaciones del elemento tierra. El rey estaba muy orgulloso de su cuerpo de monarca, pero ese cuerpo no era más que una transformación de la tierra. Llevado por el prestigio falso, y considerándose el amo, el rey había insultado al porteador de su palanquín, a quien tenía por sirviente. De hecho, había sido muy duro con otras entidades vivientes. Por consiguiente, Mahārāja Rahūgaṇa no estaba capacitado para brindar protección a sus súbditos, y como era ignorante, tampoco se le podía incluir entre los filósofos avanzados. Aunque las cosas reciban nombres diversos conforme a la transformación que las haya producido, en realidad todo lo que existe en el mundo material no es sino la transformación de la tierra. En realidad, todas las diversidades vienen a ser, en esencia, una única cosa; en última instancia, todas se descomponen en átomos. Nada hay permanente en el mundo material. La diversidad de las cosas, y sus diferencias, no son más que invenciones mentales. La Verdad Absoluta está más allá de la ilusión, y se manifiesta en tres aspectos: el Brahman impersonal, Paramātmā localizado, y la Suprema Personalidad de Dios. La Suprema Personalidad de Dios, a quien Sus devotos llaman Vāsudeva, es la percepción más completa de la Verdad Absoluta. Sin recibir sobre la cabeza la bendición del polvo de los pies de loto de un devoto puro, es imposible llegar a ser devoto de la Suprema Personalidad de Dios.

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