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El brāhmaṇa Jaḍa Bharata fue muy bondadoso con el rey Rahūgaṇa, y para que se desapegase del mundo material, estableció una analogía entre el mundo material y un bosque. Le explicó que el mundo material es un gran bosque en el que nos perdemos debido al contacto con la vida materialista. En ese bosque hay bandoleros (los seis sentidos), y animales carnívoros, como chacales, lobos y leones (la esposa, los hijos y los demás familiares), que siempre están deseosos de chupar la sangre del cabeza de familia. Juntos, los bandoleros del bosque y los animales carnívoros tratan de explotar la energía del hombre que se encuentra en el mundo material. En el bosque hay también un pozo oculto, cubierto de hierba, en el que corremos el riesgo de caer. Al entrar en el bosque y sentirnos cautivados por la infinidad de atractivos materiales, nos identificamos con el mundo material, la sociedad, la amistad, el amor y la familia. Perdidos y sin saber adónde ir, somos acosados por los animales y las aves, y caemos víctimas de infinidad de deseos. De ese modo, trabajamos arduamente en el bosque y deambulamos sin rumbo fijo. La felicidad temporal nos cautiva, y el sufrimiento nos llena de aflicción. En realidad, esas supuestas felicidad y aflicción solo nos causan sufrimiento. A veces somos atacados por una serpiente (el sueño profundo), y debido a su picadura perdemos la conciencia y quedamos desconcertados y confusos con respecto al desempeño de nuestros deberes. A veces nos vemos atraídos por mujeres que no son nuestra esposa, y pensamos que disfrutamos de relaciones extraconyugales con ellas. Somos atacados por diversas enfermedades, por el invierno, por el verano, por la lamentación. De ese modo, perdidos en el bosque del mundo material, sufrimos los padecimientos de la existencia material. Con la esperanza de ser felices, cambiamos de posición yendo de un lugar a otro, pero la realidad es que en el mundo material la persona materialista nunca es feliz. Constantemente ocupados en actividades materialistas, siempre estamos perturbados. Nos olvidamos de que algún día tendremos que morir. A pesar de los terribles sufrimientos, debido a la influencia ilusoria de la energía material seguimos anhelando la felicidad material. De ese modo, olvidamos por completo nuestra relación con la Suprema Personalidad de Dios.

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