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El rey Indra mató a Viśvarūpa, a quien primero había aceptado como sacerdote. Vṛtrāsura recordó a Indra sus atrocidades, diciendo: «Cuando alguien es devoto de la Suprema Personalidad de Dios, el Señor Viṣṇu, y depende de Él en todo, suyas son, inevitablemente, la victoria, la opulencia y la paz de la mente. Esa persona no aspira a nada en los tres mundos. El Señor Supremo es tan bondadoso que favorece a ese devoto de modo especial, negándole toda opulencia que pueda suponer un obstáculo para su servicio devocional. Por eso, deseo abandonarlo todo por el servicio del Señor. Deseo cantar siempre Sus glorias y ocuparme en Su servicio. Que pueda desapegarme de mi familia mundana y hacer amistad con los devotos del Señor. No deseo la elevación a los sistemas planetarios superiores, ni aun a Dhruvaloka o Brahmaloka; tampoco deseo una posición invulnerable en el mundo material. No necesito nada de eso».
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