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Citraketu, que no tenía hijos, tuvo la fortuna de encontrarse con el gran sabio Aṅgirā. Al preguntarle el sabio sobre su bienestar, el rey le expresó su tristeza. Entonces, por la gracia del gran sabio, la primera esposa del rey, Kṛtadyuti, dio a luz un niño, que fue causa de felicidad y de lamentación. El rey y todas las personas en el palacio se sintieron muy felices con el nacimiento de aquel hijo. Sin embargo, las coesposas de Kṛtadyuti se llenaron de envidia, de modo que, al poco tiempo, envenenaron al niño. Ante la muerte de su hijo, el rey Citraketu se sintió completamente abrumado. Entonces fueron a verlo Nārada Muni y Aṅgirā.

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