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La entidad viviente es eterna. Por lo tanto, para ella no hay nacimiento ni muerte (na hanyate hanyamāne śarīre). Conforme a las reacciones de sus actividades fruitivas, la persona nace en diversas especies de vida entre las aves, los mamíferos, los árboles, los seres humanos, los semidioses, etc., pasando así por diversos cuerpos. Durante un determinado período de tiempo, recibe un tipo de cuerpo en particular, como hijo o padre en una relación falsa. Todas sus relaciones en el mundo material, con amigos, familiares o enemigos, tienen un fundamento dual, que le hace sentir una felicidad o aflicción basada en la ilusión. La entidad viviente es en realidad un alma espiritual, parte integral de Dios, y no tiene nada que ver con las relaciones en el mundo de la dualidad. Por esa razón, Nārada Muni aconsejó a Citraketu que no se lamentase por la muerte de su supuesto hijo.
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