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Finalmente, debido a su contacto con los viṣṇudūtas, Ajāmila vió despertar su estado original de conciencia, lo abandonó todo, y se marchó a Hardwar, donde se ocupó sin desviación en servicio devocional, pensando siempre en la Suprema Personalidad de Dios. Los viṣṇudūtas fueron a buscarlo, lo sentaron en un trono de oro y lo llevaron de regreso a Vaikuṇṭhaloka.
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