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Hiraṇyakaśipu, el rey de los daityas, se postró ante el Señor Brahmā, el creador del universo, y le ofreció una y otra vez respetuosas reverencias y oraciones. Cuando el Señor Brahmā consintió en otorgarle sus bendiciones, Hiraṇyakaśipu pidió no ser matado por ninguna entidad viviente ni por ningún arma, ni en ningún lugar, cubierto o descubierto, ni de día ni de noche, ni sobre la tierra ni en el aire; pidió que ningún ser humano, animal, semidiós o entidad viviente de cualquier especie, viva o no viva, pudieran matarle. Finalmente, oró pidiendo la supremacía sobre el universo entero, y la obtención de las ocho perfecciones yóguicas, como aṇimā y laghimā.
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