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El Señor Viṣṇu informó a los semidioses de que tanto ellos como las demás entidades vivientes se verían libres de las terribles condiciones que Hiraṇyakaśipu había creado. Hiraṇyakaśipu oprimía a los semidioses, a los seguidores de los Vedas, a las vacas, a los brāhmaṇas y a las personas religiosas y santas; como además odiaba al Señor Supremo, lo natural es que fuera matado muy pronto. El último abuso de Hiraṇyakaśipu iban a ser los tormentos que impondría a su propio hijo, Prahlāda, que era un mahā-bhāgavata, un vaiṣṇava muy elevado. Ese sería su final. Una vez que la Suprema Personalidad de Dios devolvió la confianza a los semidioses, estos se sintieron satisfechos, sabiendo que pronto llegaría el final de las miserias que Hiraṇyakaśipu les estaba imponiendo.
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