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Un día, Hiraṇyakaśipu preguntó a su hijo qué era lo mejor que había aprendido de sus maestros. Prahlāda Mahārāja le contestó que cuando un hombre tiene su conciencia absorta en la dualidad material y piensa: «Esto es mío, y eso es de mi enemigo», lo que debe hacer es abandonar la vida familiar y retirarse al bosque para adorar al Señor Supremo.
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