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Hiraṇyakaśipu, con mucho cariño, sentó al pequeño en su regazo, y entonces le preguntó qué era lo mejor que había aprendido de sus maestros. Prahlāda, como tenía por costumbre, comenzó a alabar los nueve procesos del servicio devocional, como śravaṇaṁ y kīrtanaṁ. Entonces, el rey de los demonios, Hiraṇyakaśipu, montó en cólera y riñó a los maestros, Ṣaṇḍa y Amarka, por haber dado a su hijo, Prahlāda Mahārāja, una educación equivocada. Los así llamados maestros informaron entonces al rey de que Prahlāda Mahārāja era un devoto por naturaleza, y que no escuchaba sus enseñanzas. Cuando hubieron demostrado su inocencia, Hiraṇyakaśipu preguntó a Prahlāda de dónde había aprendido el viṣṇu-bhakti. Prahlāda Mahārāja le contestó que las personas apegadas a la vida familiar nunca se vuelven conscientes de Kṛṣṇa, ni individual ni colectivamente, sino que, por el contrario, sufren en el mundo material sometidos al ciclo de nacimientos y muertes, y continúan masticando lo ya masticado. Prahlāda explicó que todo hombre tiene el deber de refugiarse en un devoto puro, para de ese modo poder entender el proceso de conciencia de Kṛṣṇa.

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