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Lleno de rabia al oír aquella respuesta, Hiraṇyakaśipu empujó a Prahlāda Mahārāja fuera de su regazo. Aquel traidor, Prahlāda, había llegado al extremo de hacerse devoto del propio Viṣṇu, el que había matado a su tío Hiraṇyākṣa; inmediatamente, Hiraṇyakaśipu ordenó a sus asistentes que le mataran. Pero, aunque le golpearon con armas afiladas, le echaron bajo las patas de los elefantes, le sometieron a condiciones infernales, le tiraron desde el pico de una montaña y trataron de matarle de mil maneras distintas, todo fue inútil. Hiraṇyakaśipu tenía cada vez más miedo de su hijo Prahlāda Mahārāja; hizo que le detuvieran. Los hijos de Śukrācārya, el maestro espiritual de Hiraṇyakaśipu, comenzaron de nuevo a educarle a su manera, pero Prahlāda no aceptó sus instrucciones. Cuando los maestros no estaban en clase, Prahlāda Mahārāja predicaba conciencia de Kṛṣṇa en la escuela, y, con sus enseñanzas, todos sus compañeros de clase, los hijos de los demonios, se hicieron devotos como él.

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