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En cuanto Hiraṇyakaśipu golpeó la columna, de su interior salió un estruendoso sonido. Al principio, Hiraṇyakaśipu, el rey de los demonios, solo veía el pilar, pero el Señor, para dar validez a las declaraciones de Prahlāda, salió de él en Su maravillosa forma de Narasiṁha, mitad león y mitad hombre. Hiraṇyakaśipu inmediatamente tuvo la certeza de que aquella forma extraordinaria y maravillosa del Señor tenía la intención de matarle, de modo que se dispuso a luchar con aquella forma mitad hombre, mitad león. El Señor llevó a cabo Sus pasatiempos luchando con el demonio durante un cierto tiempo, y al anochecer, en el momento que separa el día y la noche, atrapó al demonio, lo puso con violencia sobre Su regazo, y lo mató, clavándole las uñas en el vientre. El Señor mató, no solamente a Hiraṇyakaśipu, el rey de los demonios, sino también a muchos de sus seguidores. Cuando ya no quedaba nadie con quien luchar, el Señor, rugiendo de ira, se sentó en el trono de Hiraṇyakaśipu.
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