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Bendecidos por la Suprema Personalidad de Dios, los semidioses volvieron a emprender con renovada energía la lucha contra los demonios. El rey Indra disparó su rayo contra Bali, que cayó herido; entonces, su amigo Jambhāsura atacó a Indra, pero este le cortó la cabeza con el rayo. Al saber que Jambhāsura había sido matado, Nārada Muni informó a sus familiares Namuci, Bala y Pāka, que se presentaron en el campo de batalla y atacaron a los semidioses. Indra, el rey del cielo, cortó la cabeza a Bala y a Pāka, y disparó el arma llamada kuliśa, el rayo, contra los hombros de Namuci. Sin embargo, el rayo volvió sin haber logrado su objetivo; Indra se sintió desalentado. En ese momento, del cielo vino una voz invisible que declaraba: «Ningún arma seca o húmeda puede matar a Namuci». Al escuchar aquella voz, Indra se puso a pensar en la forma de matar a Namuci. Entonces pensó en un arma de espuma, que no es ni seca ni húmeda, y con esa arma logró matar a Namuci. De ese modo, Indra y los demás semidioses mataron a muchos demonios. Entonces, por orden del Señor Brahmā, Nārada fue a hablar con los semidioses y les prohibió continuar con aquella matanza. Entonces los semidioses regresaron a sus moradas. Siguiendo las instrucciones de Nārada, los demonios que quedaban vivos en el campo de batalla llevaron a Bali Mahārāja hacia la montaña Asta. Allí, por el contacto de la mano de Śukrācārya, Bali Mahārāja volvió en sí y recobró la conciencia; con su poder místico, Śukrācārya devolvió la vida a los demonios que no tenían completamente destruidas la cabeza y el cuerpo.

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