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Nabhaga, el hijo de Manu, tuvo un hijo, Nābhāga, que vivió durante muchos años en el gurukula. Mientras se hallaba ausente, sus hermanos se repartieron el reino sin tenerle en cuenta, y, cuando Nābhāga regresó al hogar, le dijeron que la parte reservada para él era su propio padre. Nābhāga fue a ver a su padre y le contó lo que sus hermanos habían hecho; el padre entonces lo descubrió el engaño y le aconsejó que, para asegurarse el sustento, fuese al recinto de sacrificios y explicase dos mantras para que se cantasen allí. Nābhāga cumplió la orden de su padre, de modo que Aṅgirā y otras grandes personas santas le entregaron todo el dinero reunido en el sacrificio. Para probar a Nābhāga, el Señor Śiva le cuestionó su derecho sobre aquellas riquezas, pero, satisfecho con su conducta, acabó ofreciéndoselas.
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