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De Nābhāga nació Ambarīṣa, devoto muy célebre y poderoso. Aunque fue emperador del mundo entero, Mahārāja Ambarīṣa consideraba sus opulencias algo temporal. En verdad, sabiendo que las opulencias materiales son causa de caída a la vida condicionada, estaba desapegado de ellas. Mahārāja Ambarīṣa ocupó la mente y los sentidos en el servicio del Señor. Ese proceso de renuncia positiva recibe el nombre de yukta-vairāgya, y es muy apropiado para adorar a la Suprema Personalidad de Dios. Mahārāja Ambarīṣa, como emperador, gozaba de una opulencia inmensa, que empleó en su práctica de servicio devocional. Debido a ello, a pesar de sus riquezas, no sentía apego por su mujer, sus hijos o su reino. Sus sentidos estaban constantemente dedicados al servicio del Señor, de modo que ni siquiera deseaba la liberación, por no hablar del disfrute de la opulencia material.

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