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Un día, mientras Mahārāja Ambarīṣa adoraba a la Suprema Personalidad de Dios en Vṛndāvana, observando el voto de dvādaśī, el gran yogī místico Durvāsā se presentó en su casa. Era dvādaśī, el día que sigue a ekādaśī, y el rey Ambarīṣa estaba a punto de romper su ayuno. El rey consideró a Durvāsā Muni su invitado y le ofreció una respetuosa bienvenida. Durvāsā Muni, después de aceptar su invitación a comer, fue a bañarse al río Yamunā. Era mediodía, y Durvāsā, debido a su estado de samādhi, tardó en regresar. Mahārāja Ambarīṣa, viendo que el plazo para romper su ayuno estaba a punto de expirar, consultó con brāhmaṇas eruditos y bebió un poquito de agua para cumplir con la formalidad de romper el ayuno. Mediante su poder místico, Durvāsā Muni se dio cuenta de lo ocurrido y se puso furioso. A su regreso reprendió a Mahārāja Ambarīṣa; pero, no contento con ello, se arrancó unos cabellos y creó un demonio que tenía el aspecto del fuego de la muerte. Sin embargo, la Suprema Personalidad de Dios, que siempre protege a Su devoto, envió Su disco, el cakra Sudarśana, para proteger a Mahārāja Ambarīṣa. El disco acabó rápidamente con el demonio en llamas y comenzó a perseguir a Durvāsā, que tanta envidia tenía de Mahārāja Ambarīṣa. Huyendo de él, Durvāsā pasó por Śivaloka, Brahmaloka y todos los demás planetas superiores, pero no hallaba protección contra la ira del cakra Sudarśana. Por último, fue al mundo espiritual y se rindió ante el Señor Nārāyaṇa; pero el Señor Nārāyaṇa no podía disculpar a una persona que había ofendido a un vaiṣṇava. Para que la ofensa le fuese perdonada, tendría que humillarse ante el vaiṣṇava a quien había ofendido. No hay otra manera de ser perdonado. De ese modo, el Señor Nārāyaṇa aconsejó a Durvāsā que regresase a pedir perdón a Mahārāja Ambarīṣa.

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