Text 56
etāvad eva jijñāsyaṁ
tattva-jijñāsunātmanaḥ
anvaya-vyatirekābhyāṁ
yat syāt sarvatra sarvadā
etāvat—hasta esto; eva—ciertamente; jijñāsyam—acerca de lo cual se debe preguntar; tattva—de la Verdad Absoluta; jijñāsunā—por parte del estudiante; ātmanaḥ—del Ser; anvaya—directamente; vyatirekābhyām—e indirectamente; yat—cualquiera que; syāt—pueda ser; sarvatra—en todas partes; sarvadā—siempre.
«Por tanto, aquél que se interesa por el conocimiento trascendental siempre debe hacer preguntas al respecto, tanto directa como indirectamente, a fin de conocer la verdad omnipresente.»
SIGNIFICADO: Aquellos que desean sinceramente adquirir conocimiento sobre el mundo trascendental, que está mucho más allá de la creación cósmica material, deben dirigirse a un maestro espiritual genuino para aprender la ciencia, tanto directa como indirectamente. Es necesario llegar a conocer tanto los medios para dirigirse al destino deseado, como los obstáculos que han de encontrarse en ese empeño. El maestro espiritual sabe cómo regular las costumbres de un discípulo neófito, y, en consecuencia, el estudiante sincero debe aprender de él la ciencia en todos sus aspectos.
Hay diferentes grados y patrones de prosperidad. El que se refiere a la comodidad y dicha que concibe el hombre corriente que se ocupa de tareas materiales constituye el grado más bajo de felicidad, porque está en relación con el cuerpo. El grado más elevado de satisfacción corporal lo alcanza el trabajador fruitivo que, con actividades piadosas, llega al plano celestial, el reino de los dioses creativos con sus poderes delegados. Pero el concepto de la vida agradable en el cielo es insignificante en comparación con la felicidad que se disfruta en el Brahman impersonal, y ese brahmānanda, la bienaventuranza espiritual derivada del Brahman impersonal, es como el agua contenida en la huella de un ternero comparada con el océano del amor por Dios. Cuando se cultiva el amor puro por el Señor, se obtiene un océano de dicha trascendental originado por la relación con la Personalidad de Dios. Capacitarse para alcanzar ese nivel en la vida es la perfección más elevada.
Hay que intentar adquirir un billete para volver al hogar, volver a Dios. El precio de este billete es desearlo intensamente, deseo que no es fácil de despertar, incluso si se practican actividades piadosas sin cesar durante miles de vidas. Todas las relaciones mundanas se rompen, indefectiblemente, con el correr del tiempo, pero una vez establecida la relación con la Personalidad de Dios, en un rasa determinado, no se rompe jamás, ni siquiera después de la aniquilación del mundo material.
Hay que comprender, con la ayuda del medio trasparente del maestro espiritual, que el Señor Supremo existe en todas partes en Su naturaleza espiritual trascendental, y que las relaciones de las entidades vivientes con el Señor existen, directa e indirectamente, en todas partes, hasta en este mundo material. En el mundo espiritual hay cinco clases de relaciones con el Señor Supremo: śānta, dāsya, sakhya, vātsalya y mādhurya. Los reflejos desvirtuados de esos rasas se encuentran en el mundo material. País, hogar, mobiliario y demás objetos materiales inanimados están relacionados en śānta, la relación silenciosa y neutra, mientras que los sirvientes actúan en la relación dāsya. La amistad recíproca se llama sakhya, el afecto de un padre por su hijo lleva el nombre de vātsalya, y la relación de amor conyugal constituye mādhurya. Estas cinco relaciones en el mundo material son reflejos deformados de los sentimientos originales puros, que deben comprenderse y perfeccionarse en relación con la Suprema Personalidad de Dios bajo la guía de un maestro espiritual genuino. En el mundo material, los rasas desvirtuados producen frustración. Si esos rasas vuelven a establecerse con el Señor Kṛṣṇa, el resultado es una vida eternamente dichosa.
Este verso y los tres precedentes del Caitanya-caritāmṛita, que se han seleccionado del Śrīmad-Bhāgavatam, nos ayudan a entender las actividades misioneras del Señor Caitanya. El Śrīmad-Bhāgavatam tiene dieciocho mil versos, que se resumen en los cuatro que comienzan por aham evāsam evāgre (53) y terminan por yat syāt sarvatra sarvadā (56). En el primero de estos versos (53) se explica la naturaleza trascendental del Señor Kṛṣṇa, la Suprema Personalidad de Dios. El segundo verso (54) sigue explicando que el Señor está desapegado de las acciones de la energía material, māyā. Las entidades vivientes, aunque son partes integrales del Señor Kṛṣṇa, son propensas a estar bajo el control de la energía externa, porque, aunque son espirituales, en el mundo material están encerradas en cuerpos de energía material. En ese verso se explica la relación eterna de las entidades vivientes con el Señor Supremo. En el siguiente verso (55), se enseña que la Suprema Personalidad de Dios, por medio de Sus energías inconcebibles, es uno con las entidades vivientes y con la energía material, y al mismo tiempo diferente de ellas. Este conocimiento se llama acintya-bhedābheda-tattva. Cuando una entidad viviente individual se entrega al Señor Supremo Kṛṣṇa, puede despertar el amor trascendental natural por Él. Este proceso de entrega tiene que constituir el interés principal del ser humano. En el verso siguiente (56), se dice que el alma condicionada debe dirigirse a un maestro espiritual genuino y tratar de comprender a la perfección el mundo espiritual, el material, y su propia situación existencial. Aquí, las palabras anvaya-vyatirekābhyām, «directa e indirectamente», sugieren que debe aprenderse el método del servicio devocional en sus dos aspectos: aplicar directamente el método de servicio devocional e indirectamente evitar los obstáculos para avanzar.