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Capítulo 54

Kṛṣṇa derrota a todos los príncipes y se lleva a Rukmiṇī a Dvārakā, al hogar


Todos los príncipes, dirigidos por Jarāsandha, se enojaron mucho debido a que Kṛṣṇa había raptado a Rukmiṇī. Sobrecogidos por la belleza de Rukmiṇī, se habían caído de los lomos de sus caballos y elefantes, pero ahora comenzaron a levantarse y a armarse apropiadamente. Recogiendo sus arcos y flechas, empezaron a perseguir a Kṛṣṇa en sus cuadrigas, caballos y elefantes. Para frenar su avance, los soldados de la dinastía Yadu se volvieron y les dieron la cara. Así, comenzó una terrible lucha entre los dos bandos beligerantes. Los príncipes que se oponían a Kṛṣṇa eran dirigidos por Jarāsandha y todos eran muy expertos en la lucha. Comenzaron a disparar sus flechas a los soldados de Yadu, de la misma manera en que una nube salpica la faz de una montaña con torrentes de lluvia. Cuando la nube se encuentra estacionada en la faz de una montaña, no se mueve mucho y por lo tanto la fuerza de la lluvia es mucha más severa sobre una montaña que sobre cualquier otro sitio.


Los príncipes enemigos estaban determinados en derrotar a Kṛṣṇa y recobrar a Rukmiṇī de la custodia de Él, y lucharon con Él tan severamente como les fue posible. Rukmiṇī, sentada al lado de Kṛṣṇa, vio que las flechas del bando contrario llovían sobre las caras de los soldados de Yadu. En una actitud temerosa, ella empezó a contemplar la cara de Kṛṣṇa, expresándole su gratitud porque Él se había arriesgado tanto solamente por ella. Con sus ojos inquietos, parecía estar muy dolida, y Kṛṣṇa pudo inmediatamente darse cuenta de lo que pasaba por su mente. La animó con estas palabras: «Mi querida Rukmiṇī, no te preocupes. Por favor, ten la seguridad de que los soldados de la dinastía Yadu matarán a todos los soldados oponentes sin demora».


Mientras Kṛṣṇa hablaba con Rukmiṇī, los comandantes de los soldados de la dinastía Yadu, encabezados por el Señor Balarāma, quien es conocido también como Saṅkarṣaṇa, y por Gada, comenzaron a acometer con flechas a los caballos, elefantes y cuadrigas de los soldados enemigos, al no tolerar la actitud desafiante de estos. A medida que la lucha se desarrollaba, los príncipes y soldados del bando enemigo comenzaron a caer de sus caballos, elefantes y cuadrigas. En un corto lapso de tiempo, se podía observar que millones de cabezas cortadas, decoradas con yelmos y zarcillos, habían caído en el campo de batalla. Las manos de los soldados estaban cortadas, así como sus arcos, flechas y mazas; las cabezas estaban apiladas unas sobre otras, y los caballos estaban apilados unos sobre otros. Todos los soldados de infantería, así como también sus camellos, elefantes y burros, cayeron degollados.


Cuando los enemigos, encabezados por Jarāsandha, vieron que gradualmente los soldados de Kṛṣṇa los estaban derrotando, pensaron que no sería prudente arriesgarse a perder la batalla tan solo por Śiśupāla. Śiśupāla mismo debió haber luchado para rescatar a Rukmiṇī de las manos de Kṛṣṇa, pero cuando los soldados vieron que Śiśupāla no era lo suficientemente competente como para luchar con Kṛṣṇa, decidieron no perder su fuerza innecesariamente; por lo tanto, cesaron de luchar y se dispersaron.


Algunos de los príncipes, como asunto de etiqueta, se presentaron ante Śiśupāla. Vieron que Śiśupāla estaba muy desalentado, como alguien que ha perdido a su esposa. Su cara parecía marchita, él había perdido toda su energía, y todo el brillo de su cuerpo había desaparecido. Comenzaron a dirigirse a Śiśupāla de esta manera: «Mi querido Śiśupāla, no te desalientes de esa forma. Perteneces a la orden real y eres el principal entre los guerreros. No hay posibilidad de aflicción ni felicidad para una persona como tú porque ninguna de esas condiciones es perdurable. ¡Llénate de coraje! No te desalientes por este revés temporal. Después de todo, nosotros no somos los hacedores últimos. Así como en manos de un mago las marionetas bailan, todos nosotros bailamos por la voluntad del Supremo, y es solo por Su gracia que sufrimos angustia o disfrutamos de felicidad, las cuales, por lo tanto, se balancean igualmente en toda circunstancia».

Toda la catástrofe de la derrota se debió a la naturaleza envidiosa del hermano mayor de Rukmiṇī, Rukmī. Habiendo visto que Kṛṣṇa se llevó a la fuerza a su hermana, después de que él había planeado casarla con Śiśupāla, Rukmī se sintió frustrado. Así que tanto él como Śiśupāla, quien era su amigo y a quien se había planeado como su cuñado, regresaron a sus hogares respectivos. Rukmī, muy agitado, estaba determinado a darle personalmente una lección a Kṛṣṇa. Mandó buscar a sus propios soldados —una falange militar que consistía de varios miles de elefantes, caballos, cuadrigas e infantería— y equipado con este poder militar, comenzó a seguir a Kṛṣṇa hacia Dvārakā. Para mostrar su prestigio, Rukmī prometió ante todos los reyes que regresaban: «Ustedes no pudieron ayudar a Śiśupāla a casarse con mi hermana Rukmiṇī, pero yo no puedo permitir que Kṛṣṇa se lleve a Rukmiṇī. Yo le daré una lección. Ahora voy allá». Se presento como un gran comandante e hizo un voto ante todos los príncipes presentes: «A menos que mate a Kṛṣṇa en la lucha y traiga a mi hermana de vuelta de Sus garras, no regresaré más a mi ciudad capital Kuṇḍina. Hago este voto ante todos ustedes, y verán que lo cumpliré». Después de vibrar así todas estas palabras jactanciosas, Rukmī inmediatamente se monto en su cuadriga y le ordenó a su auriga que persiguiera a Kṛṣṇa. Dijo: «Quiero luchar con Él inmediatamente. Este pastorcillo de vacas se ha puesto muy orgulloso debido a Su engañosa forma de luchar con los kṣatriyas, pero hoy le daré una buena lección. Ya que tuvo la insolencia de raptar a mi hermana, yo, con mis flechas afiladas, ciertamente le daré unas muy buenas lecciones». Así pues, este hombre Rukmī, carente de inteligencia, e ignorante del alcance de la fuerza y actividades de la Suprema Personalidad de Dios, comenzó a proferir amenazas atrevidas.


Con gran estupidez, se paró luego ante Kṛṣṇa, diciéndole repetidamente: «¡Detente por un momento y lucha conmigo!». Después de decir esto, tensó su arco y disparó de inmediato tres flechas potentes contra el cuerpo de Kṛṣṇa. Luego condenó a Kṛṣṇa llamándole el más abominable descendiente de la dinastía Yadu, y le pidió que se parara ante él por un minuto para que pudiera darle una buena lección: «Estás llevándote a mi hermana tal como un cuervo que roba mantequilla clarificada destinada a usarse en un sacrificio. Simplemente estás orgulloso de Tu poder militar, pero no puedes luchar de acuerdo con los principios regulativos. Has robado a mi hermana; ahora Te despojaré de Tu falso prestigio. Mi hermana puede quedar en Tu posesión solo mientras no te clave al piso para siempre con mis flechas».


El Señor Kṛṣṇa, después de oír todas estas palabras locas de Rukmī, inmediatamente disparó una flecha y cortó la cuerda del arco de Rukmī, impidiéndole el que usara otra flecha. Rukmī inmediatamente tomó otro arco y le disparó otras cinco flechas a Kṛṣṇa. Al ser atacado por Rukmī por segunda vez, Kṛṣṇa cortó de nuevo la cuerda de su arco. Rukmī tomó un tercer arco, y Kṛṣṇa otra vez cortó su cuerda. Esta vez, para darle a Rukmī una lección, Kṛṣṇa personalmente le disparó seis flechas, y luego disparó otras ocho flechas. De esta forma, cuatro flechas mataron a los cuatro caballos, otra flecha mató al auriga, y con las tres flechas restantes recortó la parte superior de la cuadriga de Rukmī, junto con la bandera.


Habiéndose quedado sin flechas, Rukmī se auxilio con espadas, escudos, tridentes, lanzas y otras armas similares usadas para la lucha cuerpo a cuerpo, pero Kṛṣṇa inmediatamente las rompió todas de la misma manera. Al ser frustrado repetidamente en sus intentos, Rukmī simplemente tomó su espada y corrió rápidamente hacia Kṛṣṇa, como una mosca que vuela hacia el fuego. Tan pronto como Rukmī llegó a Kṛṣṇa, Kṛṣṇa rompió su arma en pedazos. Esta vez Kṛṣṇa tomó Su espada afilada y estaba a punto de matarlo inmediatamente, pero la hermana de Rukmī, Rukmiṇī, comprendiendo que esta vez Kṛṣṇa no excusaría a su hermano, se postró a los pies de loto de Kṛṣṇa y con un tono muy lastimoso, temblando de miedo, comenzó a suplicarle a su esposo.


Rukmiṇī primero se dirigió a Kṛṣṇa como «Yogeśvara». Yogeśvara significa aquel que posee opulencia y energía inconcebibles. Kṛṣṇa posee opulencia y energía inconcebibles, mientras que el hermano de Rukmiṇī solamente tenía limitada potencia militar. Kṛṣṇa es inconmensurable, mientras que su hermano tenía medido cada paso de su vida. Por lo tanto, Rukmī ni siquiera era comparable a un insecto insignificante ante el poder ilimitado de Kṛṣṇa. Ella también se dirigió a Kṛṣṇa como el Dios de los dioses. Hay muchos semidioses poderosos, tales como el Señor Brahmā, el Señor Śiva, Indra y Candra; Kṛṣṇa es el Señor de todos estos dioses, mientras que el hermano de Rukmiṇī no solamente era un ser humano ordinario sino que era, de hecho, el más bajo de todos, debido a que no tenía conocimiento alguno acerca de Kṛṣṇa. En otras palabras, un ser humano que no tiene ningún concepto de cuál es la verdadera posición de Kṛṣṇa, es el más bajo de la sociedad humana. Rukmiṇī también se dirigió a Kṛṣṇa como «Jagatpati», el amo de la manifestación cósmica entera. En comparación con Él, su hermano solamente era un príncipe ordinario.


De esta manera, Rukmiṇī comparó la posición de Rukmī con la de Kṛṣṇa, y con mucho sentimiento le suplicó a su esposo que no matara a su hermano justamente antes del momento auspicioso de su casamiento con Kṛṣṇa, sino que lo excusara. En otras palabras, ella exhibió su posición verdadera como mujer. Estaba feliz de obtener a Kṛṣṇa por su esposo justamente en el momento en que se iba a ejecutar su matrimonio con otro, pero no quería que fuera a costa de la pérdida de su hermano mayor, quien, después de todo, amaba a su joven hermana y quería entregarla a alguien que era, de acuerdo con su propio juicio, un hombre mejor. Mientras Rukmiṇī le imploraba a Kṛṣṇa por la vida de su hermano, su cuerpo temblaba, y a causa de su ansiedad, su cara parecía marchita, su garganta se ahogó, y, por su estremecimiento, los adornos de su cuerpo se aflojaron y cayeron esparcidos en el piso. El Señor Kṛṣṇa inmediatamente se compadeció y acordó no matar al tonto Rukmī. Pero, al mismo tiempo, quería darle algún castigo ligero, así que lo amarró con un pedazo de tela y trasquiló su bigote, su barba y su cabello, dejando algunos mechones aquí y allá.

Mientras Kṛṣṇa se ocupaba de Rukmī de esa manera, los soldados de la dinastía Yadu, comandados por Balarāma Mismo, destruyeron toda la fuerza del ejército de Rukmī tal como un elefante en una laguna desecha el tallo débil de una flor de loto. En otras palabras, así como un elefante rompe la estructura entera de una flor de loto mientras de baña en una laguna, así mismo, el poder militar de los Yadus acabó con las fuerzas de Rukmī. 

Aun así, cuando los comandantes de la dinastía Yadu regresaron para ver a Kṛṣṇa, todos ellos estaban sorprendidos de ver la condición de Rukmī. El Señor Balarāma especialmente se compadeció de Su cuñada, que acababa de casarse con Su hermano. Para complacer a Rukmiṇī, Balarāma desamarró personalmente a Rukmī, y para complacerla aún más, Balarāma, como hermano mayor de Kṛṣṇa, dijo algunas palabras de reprimenda: «Kṛṣṇa, Tu acción no es satisfactoria en absoluto —dijo—. ¡Esta es una abominación muy contraria a Nuestra tradición familiar! Cortar el cabello de alguien y afeitar su bigote y su barba equivale casi a matarlo. Cualquier cosa que Rukmī pudiera haber sido, él es ahora Nuestro cuñado, un pariente de Nuestra familia, y no debías haberlo puesto en esta condición».

Después de esto, para tranquilizarla, el Señor Balarāma le dijo a Rukmiṇī: «No debes lamentarte de que se haya hecho que tu hermano se vea muy raro. Todo el mundo sufre o disfruta los resultados de sus propias acciones». El Señor Balarāma quería recalcarle a Rukmiṇī que no debía lamentarse por las consecuencias que su hermano sufría a causa de sus propias acciones. No había razón de ser demasiado afectuosa con un hermano así. 

El Señor Balarāma se volvió de nuevo a Kṛṣṇa y dijo: «Mi querido Kṛṣṇa, un pariente, a pesar de que merezca ser muerto por haber cometido tal disparate, debe ser excusado, pues cuando tal pariente es consciente de su propia falta, esa conciencia en sí misma es como la muerte; por lo tanto, no hay razón de matarlo». 

De nuevo se volvió hacia Rukmiṇī y le informó que el deber corriente del kṣatriya en la sociedad humana es tan firme, que, de acuerdo con los principios de lucha, puede que el propio hermano de uno se convierta en un enemigo perteneciente al bando opuesto. Un kṣatriya no vacila en matar a su propio hermano. En otras palabras, el Señor Balarāma quería instruirle a Rukmiṇī que Rukmī y Kṛṣṇa tenían razón en no mostrarse misericordia el uno al otro en la lucha, a pesar de la consideración familiar de que ellos eran cuñados. Śrī Balarāma continuó informando a Rukmiṇī que los kṣatriyas son emblemas típicos del modo de vida materialista; se envanecen cuando quiera que hay una posible adquisición material. Por lo tanto, cuando hay una lucha entre dos kṣatriyas belicosos a causa de reinos, tierra, riquezas, mujeres, prestigio o poder, ellos tratan de ponerse el uno al otro en la más abominable condición. Balarāma le instruyó a Rukmiṇī que su afecto hacia su hermano Rukmī, quien había creado enemistad con muchas personas, era una consideración perversa, propia de una persona materialista ordinaria. El carácter de su hermano no era en absoluto adorable si se considera su trato para con otros amigos, y aun así, Rukmiṇī, como una mujer ordinaria, era muy afectuosa con él. Él no era digno de ser su hermano, y aun así, Rukmiṇī era indulgente con él.


«Además de eso —continuó Balarāma—, el considerar que una persona es neutral o es el amigo o el enemigo de uno, generalmente lo hacen las personas que tienen el concepto corporal de la vida. Tales personas tontas se confunden por la energía ilusoria del Señor Supremo. El alma espiritual tiene la misma naturaleza pura aunque está dentro de cualquier envoltura material, pero aquellos que no son lo suficientemente inteligentes, ven solamente las diferencias corporales entre animales y hombres, entre letrados y analfabetos, entre ricos y pobres, etc., que cubren al alma espiritual pura. Tal diferenciación, que se hace tan solo basándose en el cuerpo, es exactamente como la que se hace entre los fuegos originados de acuerdo con los distintos tipos de combustible que consumen. El tamaño y la forma de un fuego no cambian, cualquiera que sea el tamaño o la forma del combustible que lo producen. De forma similar, en el cielo no hay diferencias de tamaño ni forma».

De esta manera, Balarāma los apaciguó con Su instrucción moral y ética. Además afirmó: «Este cuerpo es parte de la manifestación material. La entidad viviente o alma espiritual, por estar en contacto con la materia, está transmigrando de un cuerpo a otro a causa del disfrute ilusorio, y a esto se le conoce como existencia material. Este contacto de la entidad viviente con la manifestación material no tiene integración ni desintegración. Mi querida y casta cuñada, el alma espiritual es, por supuesto, la causa de este cuerpo material, tal como el Sol es la causa de la luz del Sol, de la visión y de las formas de manifestación material. 

El ejemplo del brillo del Sol y de la manifestación material es muy apropiado para comprender el contacto de las entidades vivientes con este mundo material. En la mañana, ocurre la salida del Sol, y el calor y la luz se expanden gradualmente a través del día entero. El Sol es la causa de toda la producción material y de las formas materiales; es debido al Sol que suceden la integración y la desintegración de los elementos materiales. Pero tan pronto como el Sol se oculta, la manifestación entera ya no está conectado con el Sol, el cual ha pasado de un lugar a otro. Cuando el Sol pasa del hemisferio oriental al occidental, el resultado de la interacción debido al brillo del Sol en el hemisferio oriental permanece, pero el brillo mismo del Sol es visible otra vez en el hemisferio occidental. De forma similar, la entidad viviente acepta o produce cuerpos diferentes y relaciones corporales diferentes en una circunstancia particular, pero tan pronto como abandona el cuerpo presente y acepta otro, no tiene nada que ver con el cuerpo anterior. De forma similar, la entidad viviente no tiene nada que ver con el próximo cuerpo que acepta. Siempre está libre del contacto con esta contaminación corporal. Por lo tanto, la conclusión es que la aparición y desaparición del cuerpo no tienen nada que ver con la entidad viviente misma, así como las fases creciente y menguante de la Luna no tiene nada que ver con la Luna misma. En los días de Luna creciente, pensamos erróneamente que la Luna se está desarrollando, y en los días de Luna menguante, pensamos que la Luna está disminuyendo. De hecho, la Luna, tal como es, siempre es la misma; no tiene nada que ver con tales actividades visibles crecientes y menguantes.


«El tener conciencia de la existencia material se asemeja al dormir y soñar. Cuando un hombre duerme, sueña con muchos sucesos que son irreales, y como resultado del sueño queda sujeto a diferentes tipos de aflicción y felicidad. De forma similar, cuando una persona está en la condición de ensueño de la conciencia material, sufre los efectos de aceptar un cuerpo y renunciar a él en el estado de la existencia material. En oposición a esta conciencia material, existe conciencia de Kṛṣṇa. En otras palabras, cuando un hombre se eleva a la plataforma de conciencia de Kṛṣṇa, se libera de este falso concepto de vida».


De esta forma, Śrī Balarāma les instruyó en conocimiento espiritual. Se dirigió a Su cuñada así: «Dulce y sonriente Rukmiṇī, no te aflijas por motivos falsos causados por la ignorancia. Uno se vuelve infeliz solamente por tener falsas nociones, pero esta infelicidad inmediatamente es erradicada por conversar sobre la filosofía de la verdadera vida. Sé feliz solamente en esa plataforma».


Después de oír tal instrucción iluminadora de Śrī Balarāma, Rukmiṇī inmediatamente se tranquilizó, se contentó, y ajustó su condición mental, la cual estaba muy afligida por ver la posición degradada de su hermano, Rukmī. En lo que concierne a Rukmī, ni cumplió su promesa ni fue exitosa su misión. Había venido del hogar con sus soldados y falange militar para derrotar a Kṛṣṇa y liberar a su hermana, pero por el contrario, perdió a todos sus soldados y su poder militar. En lo personal había sido muy desacreditado, y por ello se encontraba muy apenado; mas por la gracia del Señor, pudo continuar su vida hacia el destino fijado. Debido a que era un kṣatriya, pudo recordar su promesa de que no regresaría a su ciudad capital, Kuṇḍina, sin haber matado a Kṛṣṇa y liberado a su hermana, en lo cual había fallado; por lo tanto, lleno de ira, decidió no regresar a su ciudad capital, construyó una choza pequeña en la aldea conocida como Bhojakaṭa y se dispuso a vivir allí para el resto de su vida.


Después de derrotar a todos los elementos contrarios y habiéndose llevado a Rukmiṇī a la fuerza, Kṛṣṇa la condujo a Su ciudad capital, Dvārakā, y luego se casó con ella de acuerdo con el principio védico ritual. Después de este matrimonio, Kṛṣṇa se convirtió en el rey de los Yadus de Dvārakā. En la ocasión de Su matrimonio con Rukmiṇī, todos los habitantes estaban felices, y en todas las casas había grandes ceremonias. Los habitantes de Ciudad Dvārakā se complacieron tanto que se vistieron con los ornamentos y trajes más hermosos posibles, y fueron a obsequiarles con sus regalos, de acuerdo con sus recursos, a la pareja recién casada, Kṛṣṇa y Rukmiṇī. Todas las casas de Yadupurī (Dvārakā) estaban decoradas con banderas, festones y flores. Todas y cada una de las casas tenían un portón extra específicamente preparado para esta ocasión, y en ambos lados del portón había grandes jarras llenas de agua. La ciudad entera estaba aromatizada por la quema de incienso de alta calidad, y en la noche, había la iluminación causada por miles de lámparas que decoraban todos y cada uno de los edificios.


La ciudad entera lucía jubilosa en la ocasión del matrimonio del Señor Kṛṣṇa con Rukmiṇī. En todas partes de la ciudad había una profusa decoración con árboles de plátano y árboles de nueces de betel. Estos dos árboles se consideran muy auspiciosos en las ceremonias felices. Al mismo tiempo había una agrupación de elefantes muy numerosa, que llevaban a los respectivos reyes de diferentes reinos amistosos. Es el hábito del elefante, que cuando ve algunos árboles y plantas pequeñas, por su naturaleza frívola y juguetona, los arranca y los lanza por aquí y por allá. Los elefantes reunidos en esta ocasión también esparcieron los árboles de plátano y de nueces de betel. Pero a pesar de tal acción, producto de la embriaguez, toda la ciudad se veía muy hermosa con los árboles lanzados por doquier.


Los reyes amigos de los Kurus y los Pāṇḍavas estaban representados por Dhṛtarāṣṭra, por los cinco hermanos Pāṇḍu, el rey Drupada, por el rey Santardana, así como también por el padre de Rukmiṇī, Bhīṣmaka. Debido al rapto de Rukmiṇī llevado a cabo por Kṛṣṇa, inicialmente hubo algún desacuerdo entre las dos familias, pero Bhīṣmaka, el rey de Vidarbha, al ser abordado por Śrī Balarāma y al ser persuadido por muchas personas santas, fue inducido a participar en la ceremonia del matrimonio de Kṛṣṇa y Rukmiṇī. A pesar de que el incidente del rapto de Kṛṣṇa no era un suceso feliz en el reino de Vidarbha, raptar no era un asunto poco común entre los kṣatriyas. Raptar era, de hecho, algo corriente en casi todos los matrimonios. De todas formas, el rey Bhīṣmaka desde el mismo principio estaba inclinado a entregarle su hermosa hija a Kṛṣṇa. De una u otra manera, su propósito había sido cumplido, y por lo tanto, se sintió complacido de participar de la ceremonia de matrimonio, si bien su hijo mayor había sido desacreditado en la lucha. Se menciona en El Padma Purāṇa que Mahārāja Nanda y los pastorcillos de vacas de Vṛndāvana participaron de la ceremonia de matrimonio. Los reyes de los reinos Kuru, Sṛñjaya, Kaikeya, Vidarbha y Kunti fueron a Dvārakā en esta ocasión con todos sus enseres reales.


La historia del rapto de Rukmiṇī llevado a cabo por Kṛṣṇa fue poetizada, y los lectores profesionales la recitaban en todas partes. Todos los reyes reunidos y especialmente sus hijas, quedaban pasmados de asombro y se complacían mucho al oír de las actividades caballerescas de Kṛṣṇa. De esta manera, todos los visitantes, así como también los habitantes de Ciudad Dvārakā, se volvieron alegres viendo a Kṛṣṇa y a Rukmiṇī juntos. En otras palabras, el Señor Supremo, el sustentador de todo el mundo, y la diosa de la fortuna, se unieron, y toda la gente se sintió extremadamente jubilosa.


Así termina el significado de Bhaktivedanta del capítulo quincuagésimo cuarto del libro Kṛṣṇa, titulado: «Kṛṣṇa derrota a todos los príncipes y se lleva a Rukmiṇī a Dvārakā, al hogar».

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