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Text 16

prāsāda-śikharārūḍhāḥ
kuru-nāryo didṛkṣayā
vavṛṣuḥ kusumaiḥ kṛṣṇaṁ
prema-vrīḍā-smitekṣaṇāḥ

prāsāda—palacio; śikhara—la azotea; ārūḍhāḥ—ascendiendo; kuru-nāryaḥ—las damas de la familia real de los Kurus; didṛkṣayā—viendo; vavṛṣuḥ—rociaron; kusumaiḥ—por flores; kṛṣṇam—sobre el Señor Kṛṣṇa; prema—por el afecto y el amor; vrīḍā-smita-īkṣaṇāḥ—lanzando miradas con sonrisas recatadas.

Debido a un amoroso deseo del ver al Señor, las damas de la familia real de los Kurus subieron a la azotea del palacio y, sonriendo con afecto y recato, dejaron caer sobre el Señor una lluvia de flores.

SIGNIFICADO: El recato es un encanto particular y extranatural del sexo bello, e infunde respeto en el sexo opuesto. Esa costumbre se observaba incluso durante los días del Mahābhārata, es decir, hace más de cinco mil años. Solo las personas poco inteligentes que no están versadas en la historia del mundo, dicen que la observación de separación entre las mujeres y los hombres es una costumbre que se introdujo en la India durante el período mahometano. Este incidente de la época del Mahābhārata, prueba de modo categórico que las damas del palacio observaban estricto pardā (restringida relación con hombres), y en vez de bajar y salir al aire libre a donde estaban reunidos el Señor Kṛṣṇa y los demás, las damas del palacio subieron a la azotea del mismo, y desde allí le ofrecieron sus respetos al Señor Kṛṣṇa con lluvias de flores. Aquí se afirma claramente que las damas estaban sonriendo allí, en la azotea del palacio, contenidas por la timidez. Esa timidez es un don que la naturaleza le da al sexo bello, y realza la belleza y prestigio de este último, incluso si las mujeres provienen de una familia poco importante o son poco atractivas. Nosotros tenemos experiencia práctica de este hecho. Una barrendera mereció el respeto de muchos caballeros respetables, con simplemente exhibir el recato propio de una dama. Las damas que andan por la calle semidesnudas no infunden ningún respeto, mientras que la tímida esposa de un barrendero infunde respeto a todo el mundo.

La civilización humana, tal como la conciben los sabios de la India, tiene por objeto ayudarlo a uno a liberarse de las garras de la ilusión. La belleza material de una mujer es una ilusión, porque, a decir verdad, el cuerpo está hecho de tierra, agua, fuego, aire, etc. Pero, como la chispa vivientes se asocia con la materia, esta parece ser hermosa. A nadie lo atrae una muñeca de barro, aunque esté hecha de la manera más perfecta para atraer la atención de los demás. El cuerpo muerto no tiene belleza alguna, ya que nadie aceptaría el cadáver de una supuesta mujer hermosa. Por lo tanto, se concluye que la chispa espiritual es hermosa, y en virtud de la belleza del alma a uno lo atrae la belleza del cuerpo externo. La sabiduría védica nos prohíbe, pues, dejarnos atraer por la belleza falsa. Mas, debido a que ahora nos hallamos en la oscuridad de la ignorancia, la civilización védica permite el acercamiento entre el hombre y la mujer de una manera muy restringida. En dicha civilización se dice que la mujer es como el fuego y el hombre como la mantequilla. La mantequilla tiene que derretirse al asociarse con el fuego y, en consecuencia, solo se les debe juntar cuando sea necesario. Y la timidez es un freno al acercamiento sin restricción. Es un regalo de la naturaleza y debe utilizarse.

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