Text 47
ahastāni sahastānām
apadāni catuṣ-padām
phalgūni tatra mahatāṁ
jīvo jīvasya jīvanam
ahastāni—aquellos que están desprovistos de manos; sa-hastānām—de aquellos que están dotados de manos; apadāni—aquellos que están desprovistos de piernas; catuḥ-padām—de aquellos que tienen cuatro piernas; phalgūni—aquellos que son débiles; tatra—ahí; mahatām—del poderoso; jīvaḥ—el ser viviente; jīvasya—del ser viviente; jīvanam—subsistencia.
Aquellos que están desprovistos de manos, son presa de los que tienen manos; aquellos desprovistos de patas, son presa de los que tienen cuatro patas. Los débiles son la subsistencia de los fuertes, y se cumple la regla general de que un ser viviente es la comida de otro.
SIGNIFICADO: Por la voluntad suprema existe una ley sistemática de subsistencia en la lucha por la existencia, y nadie puede escaparse de ella con ninguna cantidad de planes. Los seres vivientes que han venido al mundo material en contra de la voluntad del Ser Supremo, se hallan bajo el control de un poder supremo denominado māyā-śakti, el agente comisionado del Señor, y esta daivī māyā tiene la función de pinchar con las tres clases de sufrimientos a las almas condicionadas. Uno de esos sufrimientos se explica aquí en este verso: el débil constituye la subsistencia del fuerte. Nadie puede ser lo suficientemente fuerte como para protegerse del ataque de alguien más fuerte, y por la voluntad del Señor hay categorías sistemáticas de los débiles, los fuertes y los más fuertes. No hay nada de qué lamentarse si un tigre se come a un animal más débil, incluso a un hombre, porque esa es la ley del Señor Supremo. Pero aunque la ley estipula que el ser humano debe subsistir a costa de otro ser vivo, también existe la ley del buen juicio, pues el ser humano tiene que obedecer las leyes de las Escrituras. Esto les resulta imposible a los demás animales. El ser humano tiene por función lograr la autorrealización, y para ello no debe comer nada que no se le haya ofrecido primero al Señor. El Señor le acepta a Su devoto toda clase de comidas hechas de vegetales, frutas, hojas y granos. Las frutas, las hojas y la leche se le pueden ofrecer al Señor de diversas maneras, y después de que el Señor acepta la comida el devoto puede comer el prasāda, mediante el cual se irá mitigando gradualmente todo el sufrimiento que haya en la lucha por la existencia. Esto se confirma en el Bhagavad-gītā (9.26). Incluso aquellos que están acostumbrados a comer animales pueden ofrecer la comida, mas no al Señor directamente, sino a un agente del Señor, bajo las condiciones de ciertos ritos religiosos. Los mandamientos de las Escrituras no son para alentar a los que comen animales, sino para restringirlos mediante principios regulados.
Un ser vivo es la fuente de subsistencia de otros seres vivos más fuertes. Nadie debe preocuparse mucho por su subsistencia en ninguna circunstancia, porque en todas partes hay seres vivientes, y ninguno se muere de hambre por la falta de comida. Nārada le aconseja a Mahārāja Yudhiṣṭhira que no se preocupe por sus tíos, creyendo que van a sufrir por la falta de comida, pues ellos podían vivir de los vegetales que, como prasāda del Señor Supremo, se encuentra en las selvas, y de ese modo completar la senda de la salvación.
Que el ser viviente débil sea explotado por el fuerte es la ley natural de la existencia; en los diferentes reinos de los seres vivientes siempre se hace el intento de devorar al débil. No hay ninguna posibilidad de contener esa tendencia por ningún medio artificial bajo las condiciones materiales; ello únicamente puede lograrse si se despierta el sentido espiritual del ser humano mediante la práctica de las regulaciones espirituales. Los principios regulativos espirituales, sin embargo, no le permiten al hombre que, por una parte, mate a los animales débiles, y por otra, les enseñe a los demás coexistencia pacífica. Si el hombre no permite la coexistencia pacífica de los animales, ¿cómo puede esperar que haya coexistencia pacífica en la sociedad humana? Los ciegos líderes deben por ello llegar a entender al Ser Supremo, y luego tratar de llevar a la realidad el Reino de Dios. El Reino de Dios, o Rāma-rājya, es algo imposible si no se despierta el sentido de conciencia de Dios en la mente conjunta de la gente del mundo.