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Text 28

alabdha-tṛṇa-bhūmy-ādir
asamprāptārghya-sūnṛtaḥ
avajñātam ivātmānaṁ
manyamānaś cukopa ha


alabdha—al no recibir; tṛṇa—asiento de paja; bhūmi—lugar; ādiḥ—etcétera; asamprāpta—mal recibido;arghya—agua para recibir; sūnṛtaḥ—palabras gratas; avajñātam—desdeñado así; iva—de ese modo; ātmānam—personalmente; manyamānaḥ—pensando así; cukopa—se enfureció; ha—de esa manera.


El rey, al no ser recibido con una bienvenida formal, ofreciéndosele un asiento, un lugar, agua y palabras gratas, se consideró desdeñado y, pensando así, se enfureció.


SIGNIFICADO: La ley de la recepción que se encuentra en los códigos de los principios védicos establece que, incluso si en la casa se recibe a un enemigo, debe hacerse con todos los respetos. A uno no se le debe dar ninguna posibilidad de pensar que se encuentra en la casa de un enemigo. Cuando el Señor Kṛṣṇa, acompañado por Arjuna y Bhīma, visitó a Jarāsandha en Magadha, el rey Jarāsandha les dio una recepción de reyes a los respetables enemigos. El enemigo huésped, es decir, Bhīma, iba a pelar con Jarāsandha y, sin embargo, se les dio una espléndida recepción. Por la noche, solían sentarse juntos como amigos e invitados, y durante el día solían pelear, poniendo en juego la vida. Esa era la ley de la recepción. Dicha ley estipula que un hombre pobre que no tenga nada que ofrecerle a su huésped, debe ser lo suficientemente bueno como para ofrecerle una estera de paja donde sentarse, un vaso de agua y unas palabras gratas. Por lo tanto, en recibir a un huésped, ya sea amigo o enemigo, no se gasta nada. Es únicamente una cuestión de buenos modales.


Cuando Mahārāja Parīkṣit entró por la puerta de la ermita de Śamīka Ṛṣi, no esperaba que el Ṛṣi le diera una recepción de gala, porque sabía que los santos y los ṛṣis no son hombres ricos en sentido material. Pero nunca esperaba que se le fuera a negar un asiento de paja, un vaso de agua y unas palabras gratas. Él no era un huésped ordinario, ni tampoco un enemigo del Ṛṣi, y, por consiguiente, la fría recepción de este asombró mucho al rey. En realidad, el rey tenía razón en disgustarse con el Ṛṣi mientras sentía la gran necesidad de un vaso de agua. Que el rey se enojara en una situación así de grave no era algo anormal, pero como el propio rey no era menos que un gran santo, era asombroso que se enojara y actuara en consecuencia. Luego tiene que aceptarse que así lo ordenó la Suprema Voluntad del Señor. El rey era un gran devoto del Señor, y el santo también era como el rey. Pero por la voluntad del Señor las circunstancias se dispusieron de modo tal, que se volvieron caminos para que el rey se desapegara de las relaciones familiares y de las actividades gubernamentales y, de ese modo, se convirtiera en un alma totalmente entregada a los pies de loto del Señor Kṛṣṇa. El misericordioso Señor les crea a veces esa clase de posiciones difíciles a sus devotos puros, con el fin de sacarlos del lodo de la existencia material y arrastrarlos hacia Él. Pero, externamente, las situaciones parecen ser frustrantes para los devotos. Los devotos del Señor siempre se encuentran bajo la protección del Señor, y en cualquier condición, en el éxito o en el fracaso, el Señor es para los devotos el guía supremo. Así pues, los devotos puros aceptan como bendiciones del Señor todas las condiciones frustrantes.

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