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Text 36

vyavahita-pṛtanā-mukhaṁ nirīkṣya
sva-jana-vadhād vimukhasya doṣa-buddhyā
kumatim aharad ātma-vidyayā yaś
caraṇa-ratiḥ paramasya tasya me ’stu

vyavahita—parados a cierta distancia; pṛtanā—soldados; mukham—caras; nirīkṣya—por mirar a; sva-jana—parientes; vadhāt—del acto de matar; vimukhasya—de alguien que está reacio; doṣa-buddhyā—por la inteligencia contaminada; kumatim—poco acopio de conocimiento; aharat—erradicó; ātma-vidyayā—mediante el conocimiento trascendental; yaḥ—aquel que; caraṇa—a los pies; ratiḥ—atracción; paramasya—del Supremo; tasya—para Él; me—mi; astu—que haya.

Cuando a Arjuna pareció contaminarlo la ignorancia al observar ante sí en el campo de batalla a los soldados y comandantes, el Señor impartió conocimiento trascendental y le erradicó así dicha ignorancia. Que Sus pies de loto permanezcan siempre como el objeto de mi atracción.

SIGNIFICADO: Los reyes y los comandantes debían estar al frente de los soldados combatientes. Ese era el sistema de la verdadera lucha. Los reyes y comandantes no eran mal llamados presidentes o ministros de defensa, como hoy en día. Ellos no se quedaban en casa mientras los pobres soldados o mercenarios peleaban cara a cara. Esa puede que sea la regulación de la democracia moderna, pero cuando reinaba la verdadera monarquía, los monarcas no eran cobardes a quienes se les elegía sin considerar su aptitud. Como era evidente en el campo de batalla de Kurukṣetra, todos los líderes de ambos bandos, como Droṇa, Bhīṣma, Arjuna y Duryodhana, no estaban durmiendo, sino que todos ellos eran verdaderos participantes de la lucha, para la cual se escogió un lugar que estuviera lejos de las zonas residenciales civiles. Esto significa que los inocentes ciudadanos eran inmunes a todos los efectos de la pelea entre los bandos monárquicos rivales. Los ciudadanos no tenían por qué ver lo que iba a pasar durante dicha pelea. Ellos tenían que pagarle al gobernante la cuarta parte de sus ingresos, ya fuera este último Arjuna o Duryodhana. Todos los comandantes de los bandos que había en el campo de batalla de Kurukṣetra estaban parados frente a frente, y Arjuna los vio con gran compasión y lamentó que a causa del imperio tuviera que matar a sus parientes en el campo de batalla. Él no le temía en absoluto a la gigantesca falange militar que presentó Duryodhana, pero por ser un misericordioso devoto del Señor, renunciar a cosas mundanas era algo natural para él, y por eso decidió no pelear por posesiones mundanas. Mas ello se debía a un escaso acopio de conocimiento, y, por lo tanto, se dice aquí que su inteligencia se contaminó. Su inteligencia no podía contaminarse en ningún momento, pues él era un devoto y compañero constante del Señor, como queda claro en el cuarto capítulo del Bhagavad-gītā. La inteligencia de Arjuna se contaminó aparentemente, porque, de lo contrario, no hubiera habido la oportunidad de impartir las enseñanzas del Bhagavad-gītā, por el bien de todas las contaminadas almas co7dicionadas que el concepto del falso cuerpo material mantiene sumidas en el cautiverio material. El Bhagavad-gītā les fue impartido a las almas condicionadas del mundo para liberarlas de la errónea concepción de identificar el cuerpo con el alma, y para restablecer la relación eterna que el alma tiene con el Señor Supremo. El Señor habló el ātma-vidyā, o el conocimiento trascendental acerca de Sí, principalmente para beneficio de todos los interesados de todas partes del universo.

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