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Text 12

paraṁ śuśrūṣaṇaṁ mahyaṁ
syāt prajā-rakṣayā nṛpa
bhagavāṁs te prajā-bhartur
hṛṣīkeśo ’nutuṣyati

param—el más grande; śuśrūṣaṇam—servicio devocional; mahyam—a mí; syāt—debe ser; prajā—las entidades vivientes nacidas en el mundo material; rakṣayā—salvándolas de la corrupción; nṛpa—¡oh, rey!; bhagavān—la Personalidad de Dios; te—contigo; prajā-bhartuḥ—con el protector de los seres vivientes; hṛṣīkeśaḥ—el Señor de los sentidos; anutuṣyati—está satisfecho.

¡Oh, rey! Si puedes dar protección adecuada a los seres vivientes del mundo material, ese será el mejor servicio que puedas ofrecerme. Cuando el Señor Supremo vea que eres un buen protector de las almas condicionadas, el amo de los sentidos estará muy satisfecho contigo, sin duda alguna.

SIGNIFICADO: Todo el sistema administrativo está organizado con el propósito de ir de regreso al hogar, de vuelta a Dios. Brahmā es el representante de la Suprema Personalidad de Dios, y Manu es el representante de Brahmā. De forma similar, todos los demás reyes, en los diferentes planetas del universo, son representantes de Manu. El libro de leyes de toda la sociedad humana es la Manu-saṁhitā, que dirige todas las actividades hacia el servicio trascendental del Señor. Cada rey, por lo tanto, debe saber que su responsabilidad administrativa no es meramente exigir impuestos a los ciudadanos, sino encargarse personalmente de que los ciudadanos bajo su cargo están siendo educados en la adoración a Viṣṇu. Todos deben ser educados en la adoración a Viṣṇu, y ocupados en el servicio devocional de Hṛṣīkeśa, el propietario de los sentidos. El destino de las almas condicionadas no consiste en satisfacer sus sentidos materiales, sino en satisfacer los sentidos de Hṛṣīkeśa, la Suprema Personalidad de Dios. Ese es el propósito de todo el sistema administrativo. Aquel que conoce este secreto tal como se revela aquí en la versión de Brahmā, es la cabeza administrativa perfecta. Aquel que no conoce esto es un administrador de pacotilla. Educando a los ciudadanos en el servicio devocional del Señor, el dirigente del estado puede quedar libre en su responsabilidad; de lo contrario, fracasará en el pesado deber que se le ha confiado, y, de este modo, será digno del castigo de la Suprema Autoridad. No hay otra alternativa en el desempeño del deber administrativo.

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