Text 27
kṣitau śayānaṁ tam akuṇṭha-varcasaṁ
karāla-daṁṣṭraṁ paridaṣṭa-dacchadam
ajādayo vīkṣya śaśaṁsur āgatā
aho imaṁ ko nu labheta saṁsthitim
kṣitau—en el suelo; śayānam—yaciendo; tam—Hiraṇyākṣa; akuṇṭha—sin desvanecerse; varcasam—lustre; karāla—terribles; daṁṣṭram—dientes; paridaṣṭa—mordido; dat-chadam—labio; aja-ādayaḥ—Brahmā y otros; vīkṣya—habiendo visto; śaśaṁsuḥ—admirado dijo; āgatāḥ—llegó; aho—¡oh!; imam—esta; kaḥ—quién; nu—en verdad; labheta—pudiera encontrar; saṁsthitim—muerte.
Aja [Brahmā] y otros se acercaron al lugar para ver al demonio de terribles colmillos yaciendo en el suelo, mordiéndose el labio. El lustre de su rostro no se había desvanecido todavía, y Brahmā, admirado, dijo: ¡Oh! ¿Quién pudiera encontrar tan bendita muerte?
SIGNIFICADO: Aunque el demonio estaba muerto, el lustre de su cuerpo no se había desvanecido. Esto es muy singular, porque cuando muere un hombre o un animal, el cuerpo palidece inmediatamente, el lustre gradualmente se desvanece, y sobreviene la descomposición. Pero en este caso, aunque Hiraṇyākṣa yacía muerto, su lustre corporal no se desvanecía, porque el Señor, el Espíritu Supremo, estaba tocando su cuerpo. El lustre corporal se conserva fresco solo en tanto está presente el alma espiritual. Aunque el alma del demonio había partido del cuerpo, el Espíritu Supremo tocaba el cuerpo, y por esa causa no se había desvanecido su lustre corporal. El alma individual es diferente de la Suprema Personalidad de Dios. En verdad es muy afortunada la persona que ve a la Suprema Personalidad de Dios cuando abandona su cuerpo, y esta es la causa de que personalidades como Brahmā y los demás semidioses elogiasen la muerte del demonio.