Text 39
sa bāla eva puruṣo
mātāmaham anuvrataḥ
adharmāṁśodbhavaṁ mṛtyuṁ
tenābhavad adhārmikaḥ
saḥ—aquel; bālaḥ—niño; eva—ciertamente; puruṣaḥ—varón; mātā-maham—abuelo materno; anuvrataḥ—un seguidor de; adharma—de la irreligión; aṁśa—de una parte; udbhavam—que apareció; mṛtyum—muerte; tena—por eso; abhavat—se volvió; adhārmikaḥ—irreligioso.
Aquel niño nació en parte en la dinastía de la irreligión. Su abuelo era la personificación de la muerte, y el niño seguía sus pasos; al crecer, se convirtió en una persona de lo más irreligiosa.
SIGNIFICADO: Sunīthā, la madre del niño, era hija de la personificación de la muerte. Por lo general, la hija hereda las cualidades del padre, y el hijo, las de la madre. Conforme al axioma que establece que dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí, el hijo del rey Aṅga comenzó a seguir los pasos de su abuelo materno. Según el smṛti-śāstra, los hijos varones suelen seguir los principios que rigen la familia de su tío materno. Narāṇāṁ mātula-karma significa que los hijos varones suele adquirir las cualidades de su familia materna. Si esa familia es muy corrupta o pecaminosa, el niño será víctima de esa familia, aunque haya nacido de un buen padre. Por lo tanto, en la civilización védica antes de celebrar un matrimonio se comparan las respectivas familias de los novios. Si las mediciones astrológicas indican que la combinación es perfecta, el matrimonio puede celebrarse. Sin embargo, a veces hay errores, y la vida familiar resulta un fracaso.
Vemos entonces que Sunīthā, la hija de la personificación de la muerte, no era una esposa muy adecuada para el rey Aṅga. A veces el Señor hace que Su devoto se case con una mujer desgraciada, para que, impulsado por las circunstancias familiares, el devoto llegue a desapegarse de su esposa y de su hogar y progrese en la vida devocional. Podemos ver que, por disposición de la Suprema Personalidad de Dios, el rey Aṅga, aunque era un devoto piadoso, recibió una esposa desgraciada, Sunīthā, y un hijo malvado, Vena. Pero en última instancia, consiguió liberarse por completo del enredo de la vida familiar y abandonó el hogar para ir de vuelta a Dios.