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Para demostrar la fuerza del servicio devocional, Śukadeva Gosvāmī narró la historia de Ajāmila, un habitante de Kānyakubja (la actual Kanauj). Sus padres lo educaron en los principios regulativos y en el estudio de los Vedas, para que fuese un brāhmaṇa perfecto; pero, debido a su pasado, el joven brāhmaṇa se vio atraído a una prostituta, cuya compañía lo hizo caer y abandonar todos los principios regulativos. Ajāmila tuvo diez hijos con la prostituta, al menor de los cuales puso de nombre Nārāyaṇa. En el momento de la muerte, cuando los enviados de Yamarāja fueron a buscarlo, Ajāmila, lleno de miedo, gritó en voz alta el nombre de Nārāyaṇa, debido al apego que sentía por su hijo menor. De ese modo recordó al Nārāyaṇa original, el Señor Viṣṇu. Su canto del santo nombre de Nārāyaṇa no estaba completamente libre de ofensas, pero, sin embargo, surtió efecto. Tan pronto como cantó el santo nombre de Nārāyaṇa, hicieron su aparición los enviados del Señor Viṣṇu, quienes, seguidamente, entablaron una discusión con los sirvientes de Yamarāja; Ajāmila, al escuchar esa conversación, se liberó. Entonces pudo comprender el efecto nocivo de las actividades fruitivas, así como el carácter excelso del proceso de servicio devocional.

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