Text 54
aho vidhātas tvam atīva bāliśo
yas tv ātma-sṛṣṭy-apratirūpam īhase
pare nu jīvaty aparasya yā mṛtir
viparyayaś cet tvam asi dhruvaḥ paraḥ
aho—¡ay! (expresión de intensa lamentación); vidhātaḥ—¡oh, Providencia!; tvam—Tú; atīva—mucho; bāliśaḥ—inexperta; yaḥ—quien; tu—en verdad; ātma-sṛṣṭi—de Tu propia creación; apratirūpam—todo lo contrario; īhase—estás realizando y deseando; pare—mientras el padre o persona mayor; nu—en verdad; jīvati—vive; aparasya—del que nació después; yā—cuya; mṛtiḥ—muerte; viparyayaḥ—contradictoria; cet—si; tvam—Tú; asi—eres; dhruvaḥ—en verdad; paraḥ—un enemigo.
¡Ay!, ¡oh, Providencia!, ¡oh, Creador!, en verdad eres inexperto en la creación, pues has causado la muerte de un hijo en vida de su padre; con ese acto vas en contra de las leyes de Tu propia creación. Si estás decidido a contradecir esas leyes, sin duda eres el enemigo de las entidades vivientes y no tienes la más mínima misericordia.
SIGNIFICADO: Esta es la forma en que el alma condicionada condena al creador supremo cuando le sobreviene la adversidad. A veces acusa a la Suprema Personalidad de Dios de ser injusto, puesto que, mientras unas personas son felices, otras no lo son. En este verso, la reina culpa a la suprema providencia de la muerte de su hijo. Según las leyes de la creación, el padre tiene que morir antes que el hijo. Si la providencia cambiase esas leyes conforme a sus caprichos, ciertamente, por su falta de misericordia, habría que considerarla la enemiga del ser creado. Pero, en realidad, quien está falto de experiencia no es el creador, sino el alma condicionada, que no sabe cómo funcionan las leyes de la actividad fruitiva y que, en su ignorancia, sin conocer las leyes de la naturaleza, critica a la Suprema Personalidad de Dios.