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Text 58

śrī-hiraṇyakaśipur uvāca
bāla evaṁ pravadati
sarve vismita-cetasaḥ
jñātayo menire sarvam
anityam ayathotthitam


śrī-hiraṇyakaśipuḥ uvāca—Śrī Hiraṇyakaśipu dijo; bāle—mientras Yamarāja en forma de niño; evam—así; pravadati—hablaba de un modo muy filosófico; sarve—todos; vismita—llenos de asombro; cetasaḥ—sus corazones; jñātayaḥ—los familiares;menire—ellos pensaron; sarvam—todo lo material; anityam—temporal; ayathā-utthitam—que surge de fenómenos temporales.


Hiraṇyakaśipu dijo: Las filosóficas palabras de Yamarāja, que, en forma de niño pequeño, instruía a los familiares de Suyajña, reunidos en torno a su cadáver, llenaron de asombro a todos. Así pudieron entender que todo lo material es temporal, y que su existencia no puede continuar.


SIGNIFICADO: Esto se confirma en el Bhagavad-gītā (2.18): antavanta ime dehā nityasyoktāḥ śarīriṇaḥ: El cuerpo es perecedero, pero el alma que está dentro del cuerpo es imperecedera. Por lo tanto, las personas avanzadas en conocimiento tienen el deber de estudiar la posición constitucional del alma imperecedera, y no perder el precioso tiempo de la vida humana en la simple manutención del cuerpo, sin tener en cuenta la verdadera responsabilidad que la vida trae consigo. Todo ser humano debe tratar de entender cómo puede alcanzar la felicidad el alma espiritual, y dónde puede obtener una vida eterna, llena de bienaventuranza y conocimiento. Los seres humanos están destinados a estudiar esos temas, y no a vivir absortos en cuidar del cuerpo temporal, el cual, sin la menor duda, tendrán que cambiar por otro. Nadie sabe si volverá a recibir un cuerpo humano; no hay ninguna garantía, pues el cuerpo que se recibe depende de las actividades realizadas, y puede ser tanto de semidiós como de perro. Con respecto a esto, Śrīla Madhvācārya comenta:

ahaṁ mamābhimānādi-
tva-yathottham anityakam
mahadādi yathotthaṁ ca
nityā cāpi yathotthitā

asvatantraiva prakṛtiḥ
sva-tantro nitya eva ca
yathārtha-bhūtaś ca para
eka eva janārdanaḥ


Solo Janārdana, la Suprema Personalidad de Dios, existe eternamente; Su creación, el mundo material, es temporal. Por lo tanto, todos aquellos que se dejan cautivar por la energía material, y están absortos en pensar: «Yo soy este cuerpo, y todo lo que pertenece a este cuerpo es mío», se encuentran bajo la influencia de la ilusión. Solo tenemos que pensar en que somos eternamente partes de Janārdana; nuestros esfuerzos en el mundo material, y especialmente en la forma de vida humana, deben ir dirigidos a regresar al hogar, de vuelta a Dios, para así obtener la compañía de Janārdana.

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