Text 31
ime vayaṁ yat-priyayaiva tanvā
sattvena sṛṣṭā bahir-antar-āviḥ
gatiṁ na sūkṣmām ṛṣayaś ca vidmahe
kuto ’surādyā itara-pradhānāḥ
ime—estos; vayam—nosotros (los semidioses); yat—para quienes; priyayā—que parece muy próximo y querido; eva—ciertamente; tanvā—el cuerpo material;sattvena—por la modalidad de la bondad; sṛṣṭāḥ—creado; bahiḥ-antaḥ-āviḥ—aunque plenamente conscientes, interna y externamente; gatim—destino; na—no;sūkṣmām—muy sutil; ṛṣayaḥ—grandes personas santas; ca—también; vidmahe—entender; kutaḥ—cómo; asura-ādyāḥ—los demonios y los ateos; itara—de identidad insignificante; pradhānāḥ—aunque son líderes de sus propias sociedades.
Como nuestros cuerpos están constituidos de sattva-guṇa, nosotros, los semidioses, permanecemos interna y externamente en el plano de la bondad. Esa es también la posición de los grandes santos. Por lo tanto, si ni siquiera nosotros podemos entender a la Suprema Personalidad de Dios, ¿qué puede decirse de aquellos que, por su constitución corporal, son muy insignificantes y permanecen bajo las modalidades de la pasión y la ignorancia? ¿Cómo van a entender al Señor? Ofrezcamos al Señor respetuosas reverencias.
SIGNIFICADO: Los ateos y los demonios no pueden entender a la Suprema Personalidad de Dios, a pesar de que Él está en el corazón de todos. A ellos, el Señor Se les presenta finalmente en la forma de la muerte, como se confirma en el Bhagavad-gītā (mṛtyuḥ sarva-haraś cāham). Los ateos piensan que son independientes, y no hacen caso de la supremacía del Señor; sin embargo, el Señor les deja clara Su supremacía derrotándoles con la muerte. En el momento de la muerte, sus intentos de negar la supremacía del Señor mediante el supuesto conocimiento científico y la especulación filósófica, resultan inútiles. Hiraṇyakaśipu, por ejemplo, era un eminente representante de la clase atea. Siempre desafió la existencia de Dios, y por ello fue enemigo hasta de su propio hijo. Sus principios ateos inspiraban temor a todo el mundo. Aun así, cuando el Señor Nṛsiṁhadeva apareció para matarle, todos sus principios ateos no pudieron salvarle. El Señor Nṛsiṁhadeva le mató, despojándole de todo su poder, su influencia y su orgullo. Los ateos, sin embargo, no logran darse cuenta de que todo lo que crean es destruido. La Superalma está en sus corazones, pero el predominio de las modalidades de la pasión y la ignorancia les impide entender la supremacía del Señor. Ni siquiera los semidioses, los devotos, que se encuentran en la posición trascendental o en el plano de la bondad, son del todo conscientes de las cualidades y la posición del Señor. ¿Cómo van a poder entonces entender a la Suprema Personalidad de Dios los demonios y los ateos? No es posible. Así, tratando de obtener esa comprensión, los semidioses, guiados por el Señor Brahmā, ofrecieron reverencias respetuosas al Señor.