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Disminuyendo la Fiebre de la Ilusión

janmaiśvarya-śruta-śrībhir
edhamāna-madaḥ pumān
naivārhaty abhidhātuṁ vai
tvām akiñcana-gocaram


Mi Señor, Tu Señoría es fácilmente accesible, pero únicamente para aquellos que están exhaustos de lo material. Aquel que está en la senda del progreso (material), tratando de mejorarse con un linaje respetable, gran opulencia, educación elevada y belleza física, no puede acercarse a Ti con un sentimiento sincero.


Śrīmad-Bhāgavatam 1.8.26


Desde el punto de vista material, estar adelantado significa nacer en una familia aristocrática y poseer grandes riquezas, educación y atractiva belleza personal. Todos los hombres materialistas están tratando como locos de poseer todas esas opulencias materiales, y eso se conoce como el avance de la civilización material. Pero el resultado de eso es que quienes poseen todos esos bienes materiales se envanecen artificialmente, embriagados por esas posesiones temporales. En consecuencia, esas personas envanecidas con lo material son incapaces de pronunciar el santo nombre del Señor dirigiéndose a Él con sentimiento y diciendo: «¡Oh, Govinda!, ¡oh, Kṛṣṇa!». En los śāstras se dice que un pecador, si pronuncia una sola vez el santo nombre del Señor, se libra de una cantidad de pecados mayor que la que es capaz de cometer. Ése es el poder de pronunciar el santo nombre del Señor. No hay la menor exageración en esta afirmación. El santo nombre del Señor tiene realmente una potencia así de poderosa. Pero ese pronunciar el santo nombre es además una cuestion de calidad. Depende de la calidad del sentimiento. Un hombre desamparado puede pronunciar con sentimiento el santo nombre del Señor, mientras que un hombre que pronuncia el mismo santo nombre con gran satisfacción material no puede ser igual de sincero. Puede que una persona envanecida con lo material pronuncie el santo nombre del Señor de vez en cuando, pero es incapaz de pronunciar el nombre con calidad. Por consiguiente, los cuatro principios del avance material —1) un elevado linaje, 2) grandes riquezas, 3) una educación elevada y 4) una belleza atractiva— son, por así decirlo, cualidades que incapacitan para progresar en la senda del avance espiritual. La cobertura material del alma espiritual pura es un aspecto externo, de la misma manera en que la fiebre es un aspecto externo del cuerpo enfermo. El proceso general consiste en disminuir el grado de la fiebre, y no agravarla con un mal tratamiento. A veces se ve que personas adelantadas espiritualmente se vuelven pobres en lo material. Eso no es causa de desánimo. En realidad, ese empobrecimiento es un buen signo, al igual que lo es el descenso de la temperatura. El principio fundamental de la vida debe ser disminuir el grado de la embriaguez material, que nos conduce a engañarnos cada vez más en lo referente a la finalidad de la vida. Las personas muy engañadas no son aptas en absoluto para entrar en el reino de Dios.


Por supuesto que, en un sentido, las opulencias materiales son la gracia de Dios. Nacer en una familia o nación muy aristocrática, tal como los Estados Unidos, ser muy rico, tener mucho conocimiento y una gran educación, y estar dotado de belleza, son regalos de las actividades piadosas. Un hombre rico atrae la atención de otros, mientras que un hombre pobre no. Un hombre educado atrae la atención, pero un tonto no atrae la atención en absoluto. Por consiguiente, en sentido material, esas opulencias son muy beneficiosas. Pero cuando una persona es así de opulenta en sentido material, se embriaga: «¡Oh!, soy un hombre rico. Soy un hombre educado. Tengo dinero».


Aquel que bebe vino llegará a embriagarse, y cuando eso ocurra puede que piense que está volando por el cielo o que se ha ido al cielo. Ésos son los efectos de la embriaguez. Pero una persona embriagada no sabe que todos esos sueños se hallan dentro de los límites del tiempo, y que, en consecuencia, tendrán un final. Como esa persona no está consciente de que esos sueños no continuarán, se dice que está bajo la influencia de la ilusión. De igual manera, está embriagado quien piensa: «Soy muy rico, soy muy educado y apuesto, y nací en una familia aristocrática de una gran nación». Eso está bien, pero ¿por cuánto tiempo existirán esas ventajas? Supóngan que alguien es americano, y además rico, apuesto y poseedor de un vasto conocimiento. Puede que esté orgulloso de todo eso, pero ¿cuánto durará esa embriaguez? En cuanto el cuerpo se acabe, todo eso se acabará, tal como los sueños que la embriaguez produce en una persona que ha estado bebiendo.


Esos sueños se hallan en el plano mental, en el plano egoísta y en el plano corporal. Pero yo no soy el cuerpo. El cuerpo físico y el cuerpo sutil son diferentes de mi verdadero ser. El cuerpo físico está hecho de tierra, agua, fuego, aire y éter, y el cuerpo sutil está hecho de mente, inteligencia y ego falso. Pero el ser viviente es trascendental a esos ocho elementos, que se clasifican en el Bhagavad-gītā como energía inferior de Dios.


Incluso si alguien está muy adelantado mentalmente, no sabe que se halla bajo la influencia de la energía inferior, tal como una persona embriagada no sabe en qué condición se encuentra. La opulencia, por lo tanto, nos pone en una posición de embriaguez. Ya estamos embriagados, y la civilización moderna persigue el aumento de nuestra embriaguez. En verdad, debemos liberarnos de esa embriaguez, pero la civilización moderna aspira a aumentarla, de manera que nos embriaguemos cada vez más y nos vayamos al infierno.


Kuntīdevī dice que aquellos que están embriagados de esa manera no pueden hablar al Señor con sensibilidad. Ellos no pueden decir con sensibilidad jaya rādhā-mādhava: «¡Toda gloria a Rādhā y Kṛṣṇa!». Han perdido su sentimiento espiritual, y no pueden hablar al Señor con sensibilidad, porque no tienen conocimiento. «¡Oh!, Dios es para el hombre pobre —piensan ellos—. Los pobres no tienen suficiente comida. Que vayan a la iglesia y oren: “¡Oh, Dios!, danos nuestro pan de cada día”. Pero yo tengo suficiente pan. ¿Por qué habría de ir a la iglesia?». Eso es lo que opinan.


Así pues, hoy en día, debido a que estamos en una época de prosperidad económica, nadie está interesado en ir a las iglesias o a los templos. «¿Que tontería es ésa? —piensa la gente—. ¿Por qué habría yo de ir a la iglesia a pedir pan? Debemos desarrollar nuestra condición económica, y así habrá suficiente provisión de pan». Esta mentalidad predomina especialmente en los países comunistas. Los comunistas hacen propaganda en las aldeas, pidiendo a la gente que vaya a la iglesia y ore pidiendo pan. De modo que, las inocentes personas oran como de costumbre: «¡Oh, Dios!, danos nuestro pan de cada día».

Cuando la gente sale de la iglesia, los comunistas le preguntan: ¿Han obtenido pan?


—No, señor —responden ellos.


—Muy bien —dicen los comunistas—, pídanoslo a nosotros.


Entonces la gente dice:   —¡Oh, amigos comunistas!, denos pan.

Los amigos comunistas, por supuesto, han traído un camión lleno de pan, y les dicen:

«Tomen todo el pan que quieran. Ahora bien, ¿quién es mejor, los comunistas o su Dios?».

Como la gente no es muy inteligente, responde:

—¡Oh!, ustedes son mejores—.

 

Ellos no tienen inteligencia para preguntar: «Sinvergüenzas, ¿de dónde han traído este pan? ¿Acaso lo han fabricado en sus fábricas? ¿Pueden sus fábricas producir cereales?». Como son śūdras (gente que tiene muy poca inteligencia), no hacen esas preguntas. Sin embargo, un brāhmaṇa, aquel que tiene una inteligencia desarrollada, preguntará de inmediato: «Sinvergüenzas, ¿de donde han traído este pan? Ustedes no pueden fabricar pan. Simplemente han tomado el trigo que Dios ha dado y lo han transformado, pero eso no significa que ahora sea su propiedad».


El simple hecho de transformar una cosa en alguna otra no nos hace propietarios del producto final. Por ejemplo, si yo doy a un carpintero madera, algunas herramientas y un salario, y él hace un hermoso armario, ¿a quién pertenece el armario, al carpintero o a mí, la persona que ha suministrado los componentes? El carpintero no puede decir que: «Como transformé esta madera en un armario tan hermoso, ahora el armario es mío». De manera similar, debemos decir a los hombres ateos, tales como los comunistas: «Sinvergüenza, ¿quién está suministrando los ingredientes de tu pan? Todo viene de Kṛṣṇa». En el Bhagavad-gītā, Kṛṣṇa dice: «Los elementos de esta creación material son todos de Mi propiedad». Ustedes no han creado el mar, la tierra, el cielo, el fuego o el aire. Todo eso no es su creación. Ustedes pueden mezclar y transformar esas cosas materiales. Pueden tomar barro del suelo y agua del mar, mezclarlos, ponerlos en el fuego y hacer ladrillos, y luego pueden amontonar todos esos ladrillos, hacer un rascacielos y decir que es suyo. Pero, ¿de dónde obtuvieron los ingredientes para el rascacielos, sinvergüenzas? Han robado algo que es propiedad de Dios, y ahora proclaman que es su propiedad». Eso es conocimiento.


Desafortunadamente, aquellos que están embriagados no pueden entender esto. Ellos piensan: «Hemos quitado esta tierra de América a los pieles rojas, y ahora es propiedad nuestra». Ellos no saben que son ladrones. El Bhagavad-gītā dice claramente que aquel que se lleva algo que es propiedad de Dios y dice que es suyo es un ladrón (stena eva saḥ).


Los devotos de Kṛṣṇa, por consiguiente, tienen su propia forma de comunismo. De acuerdo con el comunismo de conciencia de Kṛṣṇa, todo pertenece a Dios. Así como los comunistas rusos y chinos piensan que todo pertenece al Estado, nosotros pensamos que todo pertenece a Dios. Esto no es más que una extensión de la misma filosofía, y para comprenderla sólo se requiere de un poquito de inteligencia. ¿Por qué habríamos de pensar que el Estado pertenece únicamente a un pequeño número de personas? En realidad, todo esto es propiedad de Dios, y toda entidad viviente tiene el derecho de utilizar esta propiedad, porque todo ser viviente es hijo de Dios, que es el padre supremo. En el Bhagavad-gītā (14.4), el Señor Kṛṣṇa dice: sarva-yoniṣu kaunteya... ahaṁ bīja-pradaḥ pitā: «Yo soy el padre que aporta la simiente de todas las entidades vivientes. En cualquier forma que vivan, todos los seres vivientes son Mis hijos».


Nosotros, los seres vivientes, somos todos hijos de Dios, pero lo hemos olvidado, y por eso peleamos. En una familia feliz, todos los hijos saben que: «Papá nos está proveyendo de comida a todos. Somos hermanos, así que ¿por qué habríamos de pelear?». De igual manera, si nos volvemos conscientes de Dios, conscientes de Kṛṣṇa, las peleas del mundo llegarán a su fin. «Soy americano», «soy hindú», «soy ruso», «soy chino»; todas esas absurdas designaciones se terminarán. El movimiento para la conciencia de Kṛṣṇa es tan purificador que, en cuanto la gente se vuelva consciente de Kṛṣṇa, sus disputas nacionales y políticas se acabarán de inmediato, porque todos recobrarán su verdadera conciencia y entenderán que todo pertenece a Dios. En una familia, todos los niños tienen el derecho de aceptar privilegios que les dé el padre. De igual modo, si todo el mundo es parte integral de Dios, si todo el mundo es hijo de Dios, entonces todo el mundo tiene el derecho de utilizar lo que pertenece al padre. Ese derecho no pertenece únicamente a los seres humanos; más bien, según el Bhagavad-gītā, ese derecho pertenece a todas las entidades vivientes, sin que importe que estén en un cuerpo de ser humano, de animal, de árbol, de pájaro, de fiera, de insecto o de lo que sea. Eso es conciencia de Kṛṣṇa.


En el ámbito de conciencia de Kṛṣṇa no pensamos: «Mi hermano es bueno y yo soy bueno, pero todos los demás son malos». Ésta es la clase de conciencia estrecha y lisiada que rechazamos. En vez de eso, en el estado de conciencia de Kṛṣṇa miramos a todas las entidades vivientes por igual. Como se afirma en el Bhagavad-gītā (5.18):

vidyā-vinaya-sampanne
brāhmaṇe gavi hastini
śuni caiva śvapāke ca
paṇḍitāḥ sama-darśinaḥ


«Los sabios humildes, en virtud del conocimiento verdadero, ven con la misma visión a un manso y erudito brāhmaṇa, a una vaca, a un elefante, a un perro y a un comeperros (paria)».


El paṇḍita, el erudito, ve que todas las entidades vivientes están en un mismo nivel. Como el vaiṣṇava, el devoto, es erudito, por tanto, es compasivo (lokānāṁ hita-kāriṇau), y puede trabajar de tal manera que verdaderamente beneficie a la humanidad. El vaiṣṇava siente, y de hecho ve, que todas las entidades vivientes son partes integrales de Dios, y que de una u otra forma han caído y se han puesto en contacto con el mundo material y han adoptado diferentes tipos de cuerpos, conforme a diferentes karmas.


Aquellos que son eruditos (paṇḍitas), no discriminan a nadie. No dicen: «Éste es un animal, así que le vamos a enviar al matadero para que nos lo podamos comer». No. ¿Por qué hay que matar a los animales? La persona que de hecho está consciente de Kṛṣṇa es bondadosa con todo el mundo. Por lo tanto, uno de los principios de nuestra filosofía es «no comer carne». Claro que quizás la gente no lo acepte. Ellos dirán: «¡Oh!, ¿qué tontería? La carne es nuestro alimento. ¿Por qué no habríamos de comerla?». Debido a que son sinvergüenzas embriagados (edhamāna-madaḥ), no quieren oír las cosas como son. Pero analicemos la cuestión: Si un hombre pobre yace desamparado en la calle, ¿puedo matarlo? ¿Me excusaría el Estado si lo hiciera? Puede que yo diga: «Tan sólo he matado a un hombre pobre. No hacía ninguna falta en la sociedad. ¿Por qué habría de vivir una persona así?». Pero, ¿me excusaría el Estado? ¿Dirían las autoridades: «Usted ha hecho una muy buena labor»? No. El hombre pobre también es un ciudadano del Estado, y el Estado no puede permitir que lo maten. Ahora bien, ¿por qué no ampliar esa filosofía? Los árboles, los pájaros y los animales, también son hijos de Dios. Si los matamos, somos tan culpables como el que mata a un hombre pobre de la calle. A los ojos de Dios, o incluso según la visión de un hombre culto, no hay diferencia alguna entre pobre y rico, blanco y negro. No. Toda entidad viviente es parte integral de Dios. Y como el vaiṣṇava ve esto, él es el único benefactor verdadero de todas las entidades vivientes.


El vaiṣṇava trata de elevar a todos los seres vivientes al plano de conciencia de Kṛṣṇa. El vaiṣṇava no ve que: «Aquí tenemos a un hindú, y aquí a un americano». Alguien me preguntó una vez: «¿Por qué vino usted a América?». Pero ¿por qué no habría de venir? Yo soy un sirviente de Dios, y éste es el reino de Dios, así que, ¿por qué no habría de haber venido? Obstaculizar los movimientos de un devoto es algo artificial, y el que lo hace comete un acto pecaminoso. Así como un policía puede entrar en una casa sin que ello se considere ilegal, el sirviente de Dios tiene el derecho de ir a cualquier parte, porque todo pertenece a Dios. Tenemos que ver las cosas de esta manera, tal como son. Eso es conciencia de Kṛṣṇa.


Ahora bien, Kuntīdevī dice que aquellos que están aumentando su propia embriaguez no pueden llegar a estar conscientes de Kṛṣṇa. Una persona totalmente embriagada puede que diga tonterías, y quizás alguien le diga: «Mi querido hermano, estás diciendo tonterías. Mira, aquí están tu padre y tu madre». Pero como está embriagado no entenderá, y ni siquiera le importará entender. De la misma manera, si a un sinvergüenza embriagado por lo material un devoto le trata de enseñar: «He aquí a Dios», el sinvergüenza no podrá entenderlo. Por eso, Kuntīdevī dice tvām akiñcana-gocaram, indicando con ello que estar libre de la embriaguez provocada por un elevado nacimiento, opulencia, educación y belleza, es una buena cualidad.


Sin embargo, cuando se llega a estar consciente de Kṛṣṇa, esas mismas ventajas materiales pueden utilizarse para el servicio de Kṛṣṇa. Por ejemplo, los jóvenes occidentales que se han unido al movimiento para la conciencia de Kṛṣṇa estaban embriagados con lo material antes de volverse devotos, pero, ahora que se les ha pasado la embriaguez, sus ventajas materiales se han vuelto ventajas espirituales que pueden ser útiles para fomentar el servicio a Kṛṣṇa. Por ejemplo, cuando estos devotos occidentales van a la India, la gente de la India se sorprende al ver que gente de América se ha vuelto tan loca por Dios. Muchos hindúes se esfuerzan por imitar la vida materialista de Occidente, pero, cuando ven a los occidentales bailando con conciencia de Kṛṣṇa, se dan cuenta entonces de que eso es lo que verdaderamente vale la pena seguir.

Todo puede ser usado en el servicio de Kṛṣṇa. Si permanecemos embriagados y no usamos los bienes materiales para el servicio de Kṛṣṇa, éstos no son muy valiosos. Pero si podemos usarlos para el servicio de Kṛṣṇa, se vuelven sumamente valiosos. Para dar un ejemplo, el cero no tiene ningún valor, pero, en cuanto se coloca ante él la cifra uno, el cero de inmediato se convierte en diez. Y si hay dos ceros, se convierten en cien, y tres ceros se convierten en mil. De modo similar, estamos embriagados por bienes materiales que de hecho no son más que ceros, pero, en cuanto les añadimos a Kṛṣṇa, estos diez, cientos, miles y millones de ceros se vuelven sumamente valiosos. Por lo tanto, el movimiento para la conciencia de Kṛṣṇa, ofrece una gran oportunidad a la gente de Occidente. Ellos tienen una superabundancia de los ceros de la vida materialista y, si simplemente añaden a Kṛṣṇa, sus vidas se volverán valiosas de una manera sublime.

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