Capítulo 68
El matrimonio de Sāmba
Duryodhana, el hijo de Dhṛtarāṣṭra, tenía una hija casadera de nombre Lakṣmaṇa. Ella era una muchacha altamente calificada de la dinastía Kuru, y muchos príncipes querían casarse con ella. En casos así, se lleva a cabo la ceremonia svayamvara, para que la muchacha pueda escoger esposo de acuerdo con su propia predilección. En la asamblea svayamvara de Lakṣmaṇa, cuando la muchacha iba a seleccionar a su esposo, apareció Sāmba. Él era el hijo de Kṛṣṇa y Jāmbavatī, una de las principales esposas del Señor Kṛṣṇa. Este hijo Sāmba se llama así porque era un niño muy malo, y siempre vivía cerca de su madre. El nombre Sāmba se refiere a un hijo que es muy consentido por su madre. Ambā significa madre, y sa significa con. Así que a él se le dio este nombre especial porque siempre permanecía con su madre. También era conocido como Jāmbavatī-suta, por la misma razón. Como se explicó anteriormente, todos los hijos de Kṛṣṇa eran tan calificados como su grandioso padre, el Señor Kṛṣṇa. Sāmba quería tener a la hija de Duryodhana, Lakṣmaṇa, si bien ella no sentía inclinación por tenerlo a él. Por lo tanto, Sāmba raptó a Lakṣmaṇa, a la fuerza, de la asamblea svayamvara.
Debido a que Sāmba, a la fuerza, se llevó a Lakṣmaṇa de la asamblea, todos los miembros de la dinastía Kuru, es decir, Dhṛtarāṣṭra, Bhīma, Vidura, Ujjahana y Arjuna, consideraron que era un insulto a su tradición familiar que el muchacho Sāmba pudiera haber raptado a la hija de ellos. Todos ellos sabían que Lakṣmaṇa no sentía inclinación en absoluto por seleccionarlo a él por esposo, y que no había tenido la oportunidad de seleccionar a su propio esposo; por el contrario, ella fue llevada a la fuerza por ese muchacho. Por lo tanto, ellos decidieron que él debía ser castigado. Declararon unánimemente que era de lo más descarado y que había hecho que se degradara la tradición familiar de los Kurus. Por lo tanto, todos ellos, siguiendo el consejo de los miembros mayores de la familia Kuru, decidieron arrestar al muchacho pero no matarlo. Ellos concluyeron que la muchacha no podía ser casada con ningún otro muchacho a excepción de Sāmba, puesto que ya había sido tocada por él. (De acuerdo con el sistema védico, una vez que una muchacha es usada por un muchacho, no puede ser casada o dada a ningún otro muchacho. Ni tampoco accedería nadie a casarse con una muchacha que ya se hubiera asociado así con otro muchacho). Los miembros mayores de la familia, tales como Bhīṣma, querían arrestarlo. Todos los miembros de la dinastía Kuru, especialmente los grandes luchadores, se unieron solo para darle una lección, Karṇa fue nombrado comandante en jefe para esta pequeña batalla.
Mientras se hacía el plan para arrestar a Sāmba, los Kurus deliberaron entre ellos, y concluyeron que, al arrestarlo, los miembros de la dinastía Yadu se podrían muy furiosos con ellos. Había muchísimas probabilidades de que los Yadus aceptaran el reto y pelearan con ellos. Pero ellos también pensaron: «Si ellos vienen a pelear contra nosotros, ¿qué podrían hacer? Los miembros de la dinastía Yadu no pueden igualar a los miembros de la dinastía Kuru, debido a que los reyes de la dinastía Kuru son los emperadores, mientras que los reyes de la dinastía Yadu tan solo pueden disfrutar de sus propiedades de tierras». Los Kurus pensaron: «Si ellos vienen acá a desafiarnos porque su hijo fuera arrestado, no obstante aceptaremos la lucha. Todos nosotros les daremos una lección, para que automáticamente queden subyugados por nuestra presión, tal como los sentidos son subyugados por prāṇāyāma, el proceso místico de yoga». (En el sistema mecánico del yoga místico, se controlan los aires que se encuentran dentro del cuerpo, y los sentidos son subyugados, impidiéndoseles ocuparse en cualquier otra cosa que no sea la meditación en el Señor Viṣṇu).
Después de consultar y de obtener el permiso de los miembros mayores de la dinastía Kuru, tales como Bhīṣma y Dhṛtarāṣṭra, seis grandes guerreros —Karṇa, Śala, Bhuriśravā, Yajñaketu y Duryodhana, el padre de la muchacha, todos mahā-rathīs y guiados por el gran luchador Bhīṣmadeva— intentaron arrestar al muchacho Sāmba. Existen diferentes grados de luchadores, entre ellos el mahā-rathī, el eka-rathī y el rathī, que se clasifican de acuerdo con su capacidad de luchar. Estos mahā-rathīs podían pelear solos con muchos miles de hombres. Todos ellos se juntaron para arrestar a Sāmba. Sāmba también era un mahā-rathī, pero se encontraba solo, y tenía que pelear con los otros seis mahā-rathīs. Aun así, no se desaminó cuando vio que todos los grandes luchadores de la dinastía Kuru se le acercaban por detrás para arrestarlo.
Solo, él se volvió hacia ellos y tomó su hermoso arco, plantándose como un león que se yergue resuelto ante la presencia de otros animales. Karṇa estaba encabezando el bando, y retó a Sāmba, diciéndole: «¿Por qué huyes? ¡Tan solo detente y te daremos una lección!». Cuando un kṣatriya es tentado por otro a que se detenga y luche, no puede irse: él debe pelear. Por lo tanto, tan pronto como Sāmba aceptó el reto y se irguió solo ante ellos, se vio abrumado por las lluvias de flechas que lanzaron todos los grandes guerreros. Así como un león nunca le teme a ser perseguido por muchos lobos y chacales, de forma similar, Sāmba, el glorioso hijo de la dinastía Yadu, dotado de potencias inconcebibles como hijo del Señor Kṛṣṇa, se puso muy furioso con los guerreros de la dinastía Kuru, por usar indecorosamente sus flechas contra él. Él luchó contra ellos con su gran talento. En primer lugar, hirió a cada uno de los seis aurigas con seis flechas distintas. Usó otras cuatro flechas para matar a los caballos de los aurigas, cuatro por cada cuadriga. Él usó una flecha para matar al que manejaba, y usó una flecha para Karṇa, así como para los otros célebres luchadores. Mientras Sāmba peleaba, solo y tan diligentemente, contra los seis grandes guerreros, todos ellos admiraron la potencia inconcebible del muchacho. Aun en medio de la lucha, admitieron con franqueza que este muchacho Sāmba era maravilloso. Pero la lucha se llevaba acabo con el espíritu kṣatriya, y así que todos juntos, si bien no era lo correcto, obligaron a Sāmba a que se bajara de su cuadriga, para entonces, rota en pedazos. De los seis guerreros, cuatro se ocuparon de matar a los cuatro caballos de Sāmba, y uno de ellos se dispuso de manera de cortar la cuerda del arco de Sāmba para que no pudiera pelear más contra ellos. De esa manera, con gran dificultad, y después de una severa lucha, Sāmba quedó desprovisto de su cuadriga, y ellos lograron arrestarlo. Así pues, los guerreros de la dinastía Kuru aceptaron su gran victoria, y le quitaron la hija de ellos, Lakṣmaṇa. Posteriormente, ellos entraron en la ciudad de Hastināpura con un gran espíritu triunfal.
El gran sabio Nārada de inmediato le llevó las noticias a la dinastía Yadu de que Sāmba había sido arrestado, y les contó toda la historia. Los miembros de la dinastía Yadu se pusieron muy furiosos de que Sāmba hubiera sido arrestado, y que ello hubiera sido hecho, de forma incorrecta, por seis guerreros. Ahora, con el permiso de la cabeza de la dinastía Yadu, el rey Ugrasena, se prepararon para atacar la ciudad capital de la dinastía Kuru.
Si bien el Señor Balarāma sabía muy bien que en la era de Kali la gente está dispuesta a pelear entre sí por pequeñas provocaciones, a Él no le gustó la idea de que las dos grandes dinastías, la dinastía Kuru y la dinastía Yadu, pelearan entre sí, aunque se encontraban influenciadas por Kali-yuga. «En vez de pelear contra ellos —pensó sabiamente—, voy a ir allá a ver la situación, y trataré de ver si la lucha puede resolverse mediante un acuerdo mutuo». La idea que tenía Balarāma era, que si la dinastía Kuru podía ser inducida a liberar a Sāmba juntamente con su esposa Lakṣmaṇa, entonces la lucha podría evitarse. Por lo tanto, Él dispuso de inmediato de una hermosa cuadriga para ir a Hastināpura, acompañado por entendidos sacerdotes y brāhmaṇas, así como por algunos de los miembros mayores de la dinastía Yadu. Él tenía confianza en que los miembros de la dinastía Kuru accederían a este matrimonio y evitarían luchar entre sí. A medida que el Señor Balarāma se dirigía hacia Hastināpura en esa cuadriga, acompañado por los brāhmaṇas eruditos y los miembros mayores de la dinastía Yadu, se veía como la Luna que brilla en el cielo despejado entre las titilantes estrellas. Cuando el Señor Balarāma llegó a las inmediaciones de la ciudad de Hastināpura, no entró, sino que acampó fuera de la ciudad en una pequeña casa de jardín. Luego le pidió a Uddhava que fuera a ver a los líderes de la dinastía Kuru, y les preguntara si querían luchar con la dinastía Yadu o si querían llegar a un arreglo. Uddhava fue a ver a los líderes de la dinastía Kuru, y se reunió con todos los miembros importantes, entre ellos Bhīṣmadeva, Dhṛtarāṣṭra, Droṇācārya, Bali, Duryodhana y Bāhlīka. Después de ofrecerles los debidos respetos, les informó que el Señor Balarāma ya había llegado al jardín, afuera de la puerta de la ciudad.
Los líderes de la dinastía Kuru, especialmente Dhṛtarāṣṭra y Duryodhana, se sentían muy felices, pues sabían muy bien que el Señor Balarāma era un gran bienqueriente de la familia de ellos. Cuando oyeron la noticia, su felicidad no conoció límites, y así, de inmediato le dieron la bienvenida a Uddhava. Con objeto de recibir apropiadamente al Señor Balarāma, todos ellos llevaron en sus manos enseres auspiciosos para Su recepción, y fueron a verlo afuera de la puerta de la ciudad. De acuerdo con sus respectivas posiciones, ellos le dieron la bienvenida al Señor Balarāma dándole en forma de caridad hermosas vacas y argha (un surtido de artículos tales como agua de ārati, y preparaciones dulces de miel, mantequilla, etc., y flores, y guirnaldas perfumadas con pulpa). En virtud de que todos ellos conocían la excelsa posición del Señor Balarāma como Suprema Personalidad de Dios, inclinaron sus cabezas ante el Señor, con gran respeto. Todos ellos intercambiaron palabras de recepción, preguntándose mutuamente acerca de su bienestar; y cuando terminaron esas formalidades, el Señor Balarāma, muy pacientemente y con una gran voz, les presentó las siguientes palabras para su consideración: «Mis queridos amigos, esta vez he venido ante ustedes como mensajero, con una orden del todopoderoso rey Ugrasena. Por lo tanto, por favor oigan la orden con atención y con gran cuidado. Por favor traten de llevar a cabo la orden sin perder un solo momento. El rey Ugrasena sabe muy bien que ustedes, los guerreros de la dinastía Kuru, lucharon indebidamente con el piadoso Sāmba, que estaba solo, y que con gran dificultad y tácticas lo han arrestado. Todos hemos oído esa noticia, pero no estamos muy agitados, pues nos encontramos muy íntimamente relacionados los unos con los otros. No creo que debamos perturbar nuestra buena relación; debemos continuar nuestra amistad sin ninguna lucha innecesaria. Así que, por favor liberen de inmediato a Sāmba, y tráiganlo ante Mí, juntamente con su esposa Lakṣmaṇa».
Cuando el Señor Balarāma habló con un tono autoritativo lleno de insistencia heroica, supremacía y caballerosidad, Sus afirmaciones no fueron recibidas con agrado por los líderes de la dinastía Kuru. Por el contrario, todos ellos se agitaron, y con gran ira dijeron: «¡Oh! Esas palabras son muy sorprendentes, pero muy propias de la era de Kali; de no ser así, ¿cómo podría Balarāma hablar de una manera tan vituperiosa? El lenguaje y el tono usados por Balarāma son simplemente insultantes, y debido a la influencia de esta era, parece que los zapatos, que son propios de los pies, quieren subir a la cima de la cabeza, donde se lleva el yelmo. Estamos relacionados con la dinastía Yadu a través de matrimonios, y por ello se les ha dado la oportunidad de venir a vivir con nosotros, a comer con nosotros y a dormir con nosotros; ahora se están aprovechando indebidamente de esos privilegios. Ellos prácticamente no tenían posición alguna, antes de que nosotros les diéramos una porción de nuestro reino para que la gobernaran, y ahora están tratando de darnos órdenes a nosotros. Le hemos permitido a la dinastía Yadu que use las insignias reales, tales como la cola de yak, el abanico, la caracola, la sombrilla blanca, la corona, el trono real, el lugar para sentarse, la cama, y todo lo propio de la orden real. Ellos no han debido usar tales enseres reales en presencia nuestra, pero debido a nuestras relaciones familiares, no los detuvimos. Ahora tienen la audacia de ordenarnos que hagamos cosas. Pues bien, ¡ya es suficiente descaro! No podemos permitirles que hagan más esas cosas, ni habremos de permitirles que usen esas insignias reales. Lo mejor sería quitarles todas esas cosas; no es apropiado alimentar a una culebra con leche, pues actividades misericordiosas así como esa, solo aumentan su veneno. La dinastía Yadu está ahora tratando de actuar en contra de aquellos que los han alimentado tan bien. Su condición floreciente se debe a nuestros regalos y a nuestro misericordioso comportamiento, y aun así son tan descarados, que están tratando de darnos órdenes. ¡Cuán lamentables son todas esas actividades! Nadie en el mundo puede disfrutar de nada, si los miembros de la dinastía Kuru, como Bhīṣma, Droṇācārya y Arjuna, no se lo permiten. Así como un cordero no puede disfrutar de la vida en presencia de un león, ni siquiera los semidioses del cielo, encabezados por el rey Indra, pueden encontrar disfrute en la vida si nosotros no lo deseamos, ¡qué hablar de los seres humanos ordinarios!». En realidad, los miembros de la dinastía Kuru estaban muy engreídos de su opulencia, reino, aristocracia, tradición familiar, grandes guerreros, familiares y vasto y extenso imperio. Ellos ni siquiera observaron las formalidades comunes de la sociedad civilizada y, en presencia del Señor Balarāma, profirieron palabras insultantes acerca de la dinastía Yadu. Hablando de esa forma grosera, regresaron a su ciudad de Hastināpura.
Si bien el Señor Balarāma oyó pacientemente las insultantes palabras de los Kurus, y simplemente observó su comportamiento descortés, por Su apariencia quedaba claro que se estaba quemando de la furia, y que estaba pensando en tomar represalias, con un gran espíritu de venganza. Sus características corporales se veían tan agitadas, que a cualquiera le era difícil mirarlo. Él se rió muy fuertemente, y dijo: «Es verdad que si un hombre se vuelve muy engreído debido a su familia, opulencia, belleza y avance material, no quiere más tener una vida pacífica, sino que se vuelve agresivo con todas las demás personas. A una persona así, es inútil darle buenas instrucciones para un comportamiento gentil y una vida tranquila; por el contrario, uno debe buscar los medios y arbitrios de castigarlo». Por lo general, debido a la opulencia material, un hombre se vuelve igual que un animal. Resulta inútil darle instrucciones pacíficas a un animal, y el único medio es argumentum vaculum. En otras palabras, el único medio de mantener a los animales en orden, es un palo. «¡Miren bien qué descarados son los miembros de la dinastía Kuru! Yo quería llegar a un arreglo pacífico a pesar de la ira de todos los demás miembros de la dinastía Yadu, entre ellos el Señor Kṛṣṇa Mismo. Ellos se disponían a atacar a todo el reino de la dinastía Kuru, pero Yo los apacigüe, y Me tomé la molestia de venir aquí para arreglar el asunto sin ninguna lucha. ¡Aun así, esos pícaros se comportan de esta manera! Queda claro que no quieren ningún arreglo pacífico, y que son de hecho unos fomentadores de guerras. Ellos Me han insultado repetidamente con mucho orgullo, al referirse a la dinastía Yadu con palabras soeces.
»Hasta el rey del cielo, Indra, se rige por las órdenes de la dinastía Yadu; ¡y ustedes consideran al rey Ugrasena, quien es el cabeza de los Bhojas, Vṛṣṇis, Andhakas y Yādavas, líder de una pequeña falange! ¡Su conclusión es asombrosa! No les importa el rey Ugrasena, cuya orden es obedecida incluso por el rey Indra. Consideren la posición excelsa de la dinastía Yadu. Ellos han utilizado, a la fuerza, tanto la casa de asambleas como el árbol pārijāta del planeta celestial, y aún así ustedes creen que ellos no pueden darles órdenes. ¿Ni siquiera creen ustedes que el Señor Kṛṣṇa, la Suprema Personalidad de Dios, puede sentarse en el excelso trono real y darle órdenes a todo el mundo? ¡Muy bien! Si esa es su manera de pensar, entonces merecen recibir una muy buena lección. Ustedes han considerado prudente que las insignias reales tales como la cola de yak, el abanico, la sombrilla blanca, el trono real y otros enseres principescos, no sean usadas por la dinastía Yadu. ¿Acaso significa esto que ni siquiera el Señor Kṛṣṇa, el Señor de toda la creación y el esposo de la diosa de la fortuna, puede usar esos enseres reales? El polvo de los pies de loto de Kṛṣṇa es adorado por todos los grandes semidioses. El agua del Ganges se encuentra inundando el mundo entero, y como emana de Sus pies de loto, sus riberas se han convertido en grandes lugares de peregrinaje. Las principales deidades de todos los planetas están dedicadas a Su servicio, y se consideran de lo más afortunadas, al poder colocar el polvo de los pies de loto de Kṛṣṇa en sus yelmos. Grandes semidioses tales como el Señor Brahmā, el Señor Śiva, e incluso la diosa de la fortuna y Yo, somos solo partes plenarias de Su identidad espiritual, y aun así, ¿creen ustedes que Él no es apto para usar la insignia real, y ni siquiera para sentarse en el trono real? ¡Ay, cuán lamentable es que esos tontos consideren que nosotros, los miembros de la dinastía Yadu, somos como los zapatos, y ellos son como los yelmos! Ahora queda claro que esos líderes de la dinastía Kuru han enloquecido con sus posesiones y opulencias mundanas. Cada afirmación que hicieron estaba llena de alocadas proposiciones. Debo reprenderlos de inmediato y hacer que vuelvan a sus cabales. Sería incorrecto de Mi parte que no tomara medidas contra ellos. Por lo tanto, en este mismo día, he de desembarazar al mundo entero de todo vestigio de la dinastía Kuru. ¡Acabaré con ellos de inmediato!».
Mientras hablaba así, el Señor Balarāma se veía tan furioso, que parecía que podía reducir a cenizas toda la creación cósmica. Se irguió firmemente, y cogiendo Su arado con Su mano, comenzó a golpear la tierra con él. De esa forma, toda la ciudad de Hastināpura se separó de la tierra. El Señor Balarāma comenzó entonces a arrastrar la ciudad hacia la fluyente agua del río Ganges. Debido a ello, hubo un gran temblor a todo lo largo de Hastināpura, como si hubiera habido un terremoto, y parecía que la ciudad entera sería desmantelada.
Cuando todos los miembros de la dinastía Kuru vieron que su ciudad se encontraba a punto de caer en el agua del Ganges, y cuando oyeron a sus ciudadanos gritar con gran ansiedad, de inmediato volvieron a sus cabales y comprendieron lo que estaba ocurriendo. Así pues, sin esperar un segundo más, sacaron a su hija Lakṣmaṇa. Ellos también sacaron a Sāmba, que había tratado de llevársela a la fuerza, y lo mantuvieron al frente, con Lakṣmaṇa a su espalda. Todos los miembros de la dinastía Kuru aparecieron ante el Señor Balarāma, con las manos juntas, solo para implorar el perdón de la Suprema Personalidad de Dios. Usando ahora su buen juicio dijeron: «¡Oh, Señor Balarāma! Tú eres la fuente de todos los placeres. Tú eres el mantenedor y el sostén de toda la situación cósmica. Desafortunadamente, todos nosotros estábamos inconscientes de Tus potencias inconcebibles. Querido Señor, por favor, considéranos de lo más tontos. Nuestra inteligencia estaba confundida, y no se encontraba en orden. Por lo tanto, hemos venido a Ti para implorar Tu perdón. Por favor, excúsanos. Tú eres el creador, sostenedor y aniquilador original de toda la manifestación cósmica, y aun así Tu posición es siempre trascendental. ¡Oh, Señor todopoderoso!, grandes sabios hablan de Ti. Tú eres el titiritero original, y todas las cosas del mundo son como Tus juguetes. ¡Oh, Ilimitado!, Tú tienes el control de todo, y Tú sostienes todos los sistemas planetarios en Tu cabeza, como si fuera un juego de niños. Cuando llega el momento de la disolución, Tú encierras en Ti toda la manifestación cósmica. En ese momento no queda nada excepto Tú Mismo, que yaces en la forma de Mahā-Viṣṇu en el océano Causal. Querido Señor nuestro, Tú has aparecido en esta Tierra con Tu cuerpo trascendental, solo para la manutención de la situación cósmica. Tú Te encuentras por encima de toda ira, envidia y enemistad. Todo lo que haces, incluso en forma de castigo, es auspicioso para toda la existencia material. Te estamos ofreciendo nuestras respetuosas reverencias a Ti, debido a que Tú eres la imperecedera Suprema Personalidad de Dios, la fuente de todas las opulencias y de todas las potencias. ¡Oh, creador de innumerables universos!, permítasenos caer y ofrecerte nuestras respetuosas reverencias una y otra vez. Ahora estamos completamente rendidos a Ti. Por favor, por lo tanto, sé misericordioso con nosotros, y danos Tu protección». Cuando los miembros destacados de la dinastía Kuru, comenzando con el abuelo Bhīṣmadeva, y descendiendo hasta Arjuna y Duryodhana, hubieron ofrecido, de esa manera, sus respetuosas oraciones, la Suprema Personalidad de Dios, el Señor Balarāma, de inmediato se ablandó, y les aseguró que no había razón de temor, que no tenían que preocuparse.
Por lo general, era costumbre de los reyes kṣatriya iniciar, antes del matrimonio, algún tipo de lucha entre los bandos de la novia y del novio. Cuando Sāmba se llevó, a la fuerza, a Lakṣmaṇa, los miembros mayores de la dinastía Kuru se sintieron complacidos de ver que él era en realidad la pareja adecuada para ella. Sin embargo, ellos pelearon con él para ver su fuerza personal, y sin ningún respeto por las regulaciones de la lucha, lo arrestaron entre todos. Cuando la dinastía Yadu decidió liberar a Sāmba del confinamiento al que lo habían sometido los Kurus, el Señor Balarāma se presentó personalmente para arreglar el asunto, y como poderoso kṣatriya, les ordenó que liberaran a Sāmba de inmediato. Los Kauravas, superficialmente, se sintieron insultados con esa orden, así que desafiaron el poder del Señor Balarāma. Ellos solo querían ver que Él exhibiera Su fuerza inconcebible. Así pues, con gran placer, le entregaron su hija a Sāmba, y todo el asunto quedó arreglado. Debido al afecto que Duryodhana sentía por su hija Lakṣmaṇa, con gran pompa la casó con Sāmba. Como dote, él primeramente dio mil doscientos elefantes, cada uno de los cuales tenía al menos sesenta años de edad; luego diez mil hermosos caballos, seis mil cuadrigas deslumbrantes como el brillo del Sol, y mil sirvientas adornadas con ornamentos de oro. El Señor Balarāma, el miembro más destacado de la familia Yadu, actuó como tutor del novio de Sāmba, y aceptó la dote, sintiéndose muy complacido. Balarāma se sentía muy satisfecho después de la gran recepción que le habían dado los Kurus, y acompañado por la recién casada pareja, partió hacia Dvārakā, Su ciudad capital.
El Señor Balarāma llegó triunfalmente a Dvārakā, donde se encontró con muchos ciudadanos que eran todos Sus devotos y amigos. Cuando todos se reunieron, el Señor Balarāma narró toda la historia del matrimonio, y ellos quedaron asombrados de escuchar cómo Balarāma había hecho temblar la ciudad de Hastināpura. Śukadeva Gosvāmī confirma que la localidad de Hastināpura se conoce como Nueva Delhi, y el río que fluye a través de la ciudad se llama el Yamunā, si bien en aquellos días era conocido como el Ganges. Autoridades como Jīva Gosvāmī también confirman que el Ganges y el Yamunā son un mismo río que tiene diferentes cursos. La parte del Ganges que fluye a través de Hastināpura hasta el área de Vṛndāvana, se denomina el Yamunā, debido a que está santificado por los pasatiempos trascendentales del Señor Kṛṣṇa. La parte de Hastināpura que declina hacia el Yamunā, se inunda durante la estación lluviosa, y le recuerda a todo el mundo la amenaza del Señor Balarāma de lanzar la ciudad al Ganges.
Así termina el significado de Bhaktivedanta del capítulo sexagésimo octavo del libro Kṛṣṇa, titulado: «El matrimonio de Sāmba».