Text 1
sūta uvāca
tataḥ parīkṣid dvija-varya-śikṣayā
mahīṁ mahā-bhāgavataḥ śaśāsa ha
yathā hi sūtyām abhijāta-kovidāḥ
samādiśan vipra mahad-guṇas tathā
sūtaḥ uvāca—Sūta Gosvāmī dijo; tataḥ—después; parīkṣit—Mahārāja Parīkṣit; dvija-varya—los grandes brāhmaṇas nacidos por segunda vez; śikṣayā—mediante sus instrucciones; mahīm—la Tierra; mahā-bhāgavataḥ—el gran devoto; śaśāsa—gobernó; ha—en el pasado; yathā—como lo dijeron; hi—ciertamente; sūtyām—en el momento en que nació; abhijāta-kovidāḥ—astrólogos expertos presentes en el momento de nacer; samādiśan—dieron sus opiniones; vipra—¡oh, brāhmaṇas!; mahat-guṇaḥ—grandes cualidades; tathā—fiel a ello.
Sūta Gosvāmī dijo: ¡Oh, brāhmaṇas eruditos!, Mahārāja Parīkṣit comenzó entonces a gobernar el mundo como un gran devoto del Señor, bajo las instrucciones de los mejores de los brāhmaṇas nacidos por segunda vez. Él gobernó con esas grandes cualidades que fueron predichas por expertos astrólogos en el momento en que nació.
SIGNIFICADO: En el momento en que Mahārāja Parīkṣit nació, los expertos brāhmaṇas astrólogos predijeron algunas de sus cualidades. Mahārāja Parīkṣit las manifestó todas, porque era un gran devoto del Señor. La verdadera aptitud consiste en convertirse en devoto del Señor, y, gradualmente, todas las buenas cualidades dignas de poseerse se manifiestan. Mahārāja Parīkṣit era un mahā-bhāgavata, o un devoto de primera, quien no solo estaba bien versado en la ciencia de la devoción, sino que además estaba en capacidad de convertir a otros en devotos mediante sus instrucciones trascendentales. Mahārāja Parīkṣit era, pues, un devoto de primera categoría y, en consecuencia, solía consultar con los grandes sabios y eruditos brāhmaṇas, quienes podían aconsejarlo mediante los śastras en cuanto a cómo desempeñar la administración del Estado. Esos grandes reyes eran más responsables que los modernos mandatarios electos, debido a que complacían a las grandes autoridades por el hecho de seguir las instrucciones dejadas por ellas en las Escrituras védicas. No había ninguna necesidad de que unos necios poco prácticos promulgaran diariamente una nueva ley, y la alteraran a conveniencia una y otra vez para satisfacer determinado propósito. Las reglas y regulaciones ya fueron presentadas por grandes sabios, tales como Manu, Yājñavalkya, Parāśara y otros sabios liberados, y las promulgaciones fueron idóneas para todas las épocas y en todos los lugares. Por lo tanto, las reglas y regulaciones eran normas fijas y sin falla ni defecto alguno. Reyes como Mahārāja Parīkṣit tenían su junta de consejeros, y todos los miembros de esa junta eran, o bien grandes sabios, o brāhmaṇas de primera. Ellos no aceptaban ningún salario, ni tampoco tenían necesidad alguna de él. El Estado recibía el mejor consejo, sin ningún gasto. Ellos eran de por sí sama-darśī, iguales para con todos, tanto con el hombre como con el animal. Ellos no le aconsejaban al rey que protegiera al hombre, instruyéndole a la vez que matara a los pobres animales. Estos miembros del consejo no eran necios, ni representantes dedicados a organizar un paraíso de tontos. Todos ellos eran almas autorrealizadas, y sabían perfectamente bien cómo todos los seres vivientes del Estado podían ser felices tanto en esta vida como en la siguiente. A ellos no les interesaba la filosofía hedonista de comer, beber, estar alegre y gozar. Ellos eran filósofos en el verdadero sentido de la palabra, y sabían bien cuál es la misión de la vida humana. Ante todas esas obligaciones, el consejo consultivo del rey daba indicaciones correctas, y el rey o primer mandatario, siendo de por sí un devoto apto del Señor, las seguía al pie de la letra por el bien del Estado. En los días de Mahārāja Yudhiṣṭhira o de Mahārāja Parīkṣit, el Estado era benefactor en el verdadero sentido del término, porque nadie era infeliz en él, ya fuera hombre o animal. Mahārāja Parīkṣit era un rey ideal para un Estado benefactor que había en el mundo.